De Rabinos y Acólitos en la Tierra de Santa María Purísima de Medellín
Actualizado: 21 may 2021
Por el rabino Daniel Shmuels
Dentro de nuestra tradición oral se dice una y otra vez que en los lugares más sagrados también existe la oscuridad más grande. Esto lo vemos en Hagadot del Talmud, en Midrashim y en los sinnúmero de libros acerca de Kabalá que circulan por doquier. No puedo, con puntualidad, decir que este texto apunta al lugar per sé del cuál voy a hablar y mucho menos que estos son los designios Divinos traídos por el Creador para una zona geográfica específica; empero, sí puedo decir que hay lugares que son objetivo particular de circunstancias adversas que ponen a prueba la fe de ciertos comunitarios en relación con sus líderes religiosos.
...esta zona está impregnada de esa magia mística de un pasado turbulento religioso donde muchos escondieron su fe y ahora sus descendientes vienen a retomar su posible pasado con autoridad y autonomía
Muchas son las historias que, après-coup, toman un nuevo significado hoy en día con tanto judaísmo de moda, historias que relatan un judaísmo ancestral proveniente de Antioquia y el Viejo Caldas. Recordemos que los arrieros antioqueños, a mediados de los mil ochocientos, colonizaron lo que en antaño se conocía como la esfera antioqueña, esa zona al sur de Antioquia en la cordillera central que hoy en día forma los departamentos de Caldas, Risaralda y Quindío. Zona que es orgullo y emblema de Colombia por ser el centro del eje cafetero y que de 1905 a 1966 era un solo departamento conocido como el Viejo Caldas. Esta gran zona paisa sostiene lazos socioculturales que se mantienen vigentes a través del tiempo como lo es su gastronomía, su idiosincrasia, su acento, su dialecto, su arquitectura y su religiosidad. Es precisamente en ese último punto, el de la religiosidad junto con la nueva moda judía, donde hoy en día cobran vida tantas historias de centurias atrás que nadie puede verificar pero que suenan y resuenan como un eco infinito y permanente en un acantilado vaciado por el tiempo y la distancia.
No hace mucho, alguien muy cercano a mí me envió un video de YouTube donde se relataba esa posible conexión entre el judaísmo y los paisas de Colombia. Resulta que como ese video existen muchos más que explican las huellas judías en las costumbres paisas, hipótesis de la existencia de todo un pueblo judío en Antioquia, el origen judío de los paisas y muchas más historias semejantes que afirman, desde un supuesto análisis, un legado judío de uno de los grupos colombianos más católicos que existe hoy en día. Hasta se relata como en las casas antiguas en el patio central existían estatuas de la virgen María y debajo de ellas había una Mezuzá escondida para que los agentes de la Santa Inquisición no vieran legado judío alguno; empero, nada sabemos de dichas casas ni de los dueños originales de ellas, dejando todas estas historias en el registro del tal vez y quizás.
Ni digo que no, ni digo que sí, sencillamente digo tal vez, quizás, pero no sé. Esa es mi opinión frente a esas historias que muchos abrazan como un retorno a sus raíces y otros consideran como un buen recuerdo de un abuelo o un vecino. Lo cierto es que esta zona está impregnada de esa magia mística de un pasado turbulento religioso donde muchos escondieron su fe y ahora sus descendientes vienen a retomar su posible pasado con autoridad y autonomía. Caso menos novedoso y controvertido es el de la única comunidad formal judía establecida en Medellín con la llegada de los judíos a Colombia en el siglo XX; paradójicamente, esas historias perdidas no llegaron a dicha comunidad de manera puntual a lo largo de todos estos años, sólo se escuchaban esas historias anónimas de un posible legado judío de los habitantes del Valle de Aburrá.
Con una nueva ola de modernidad, se esperaría que una zona tan rica en ese legado judío perdido nos traería muchísimos descendientes de los famosos marranos españoles y que comunidades tradicionales y emergentes se engrosarían día a día con ellos; empero, si bien ha surgido una comunidad emergente fuerte, no podemos decir que las filas de nuestro judaísmo se han agrandado en esta zona. Curiosamente y a pesar de las dudas, creo que esta es la zona más fértil del territorio colombiano para que la luz del judaísmo ilumine con todo resplandor, precisamente por ese legado del que nadie sabe con certeza pero del que todos afirman con seguridad.
Podríamos decir que todos los judíos en armonía están y han desarrollado su potencial religioso en esta tierra fértil para la fe; empero, tantos unos como otros han sufrido el abuso, la tiranía, y el insaciable deseo de poder y dinero por parte de algunos líderes religiosos. Un abuso que no ha detenido a ninguna de estas comunidades para seguir en pie con su fe, con su misión como judíos, promoviendo sus comunidades a pesar de las adversidades; por el contrario, los ha hecho más fuertes. ¡No! No hablo de la conversiones piratas que tantos han sufrido a través de los años. Hablo puntualmente de aquellos líderes que han abusado literalmente de la inocencia y de la fe de muchos comunitarios cuando al vestirse de ovejas se cae su disfraz y sale el lobo que realmente son. Esto no lo hago para tachar o criticar a las comunidades víctimas de semejantes joyitas sino por el contrario, para promover y aplaudir la infinita y poderosa fe que tienen estas comunidades por sobre pasar dichas dificultades sin comprometer su judaísmo.
A pesar del título, no es el lugar el que resulta culpable como tal; en cambio, es la bondad e ingenuidad de las personas que habitan en esa zona la que en último análisis permitió que sus respectivas comunidades fueran atropelladas de una manera tan atroz. No me detendré en exponer nombres propios pero sí expondré las circunstancias perpetradas por esos líderes por el simple motivo que no debemos olvidar el pasado para aprender de él y nunca recaer en el mismo error, esa es la grandeza de la historia y es esta historia la que jamás se debe olvidar porque, señoras y señores, no todo lo que brilla es oro y muchas veces el lobo feroz está disfrazado de oveja.
Empezaré cronológicamente por aquel incidente de principio de los años noventa, cuando yo aún me encontraba estudiando en la universidad en Colombia, donde un rabino jasídico, viajando de la ciudad de la eterna primavera a Estados Unidos, fue arrestado por llevar no sé cuantos kilos de cocaína en un Sefer Torá. De este caso poco se sabe y el rabino en cuestión, hasta el sol de hoy, niega saber quién pudo poner “eso” dentro de un objeto tan sagrado. Nada más se dijo y la comunidad siguió con esfuerzo incansable en continuar con su praxis ortodoxa.
Otro caso llegó en este siglo, nuevamente un rabino jasídico con ínfulas de dictador totalitario, investido de la santidad más pura que ni siquiera el Rebbe pudo obtener a través de toda su labor pública durante más de cincuenta años. Llegó entonces el lobo feroz vestido de oveja para posesionarse de su primer trabajo como líder religioso. Colombiano de nacimiento, encontraría obstáculos para su nombramiento por parte de otro líder por motivos desconocidos para todos pero que obviamente apuntan a ese deseo de poder insaciable que todo dictador refleja con la primera frase que expresa. No pasaría mucho tiempo cuando una comunidad lo despediría por tales comportamientos dictatoriales para entonces instaurarse en otra comunidad de la región. Fue en esa comunidad donde su auto santificación se vino al suelo cuando fue descubierto públicamente por infidelidad a su esposa con una mujer no judía. El personaje fue despedido nuevamente de su posición y dejó a esta zona con el peor sabor que jamás hayan tenido. Tal vez este es el personaje más corrupto que jamás haya pisado esa tierra; es más, su deseo de venganza contra quienes pretendían ayudar a cualquiera de las comunidades víctimas desfalleció por el simple hecho que todo él es una fuente de oscuridad. Un personaje oscuro en una zona que brilla por su fe.
Un caso más reciente fue el del rabino que llevó a un grupo de personas a convertirse a Argentina y regresó con esposo. Acto que implicó su destitución inmediata. Este tema es un poco delicado y de esto he dado varias charlas halájicas. El asunto como tal no es el inconveniente, el inconveniente es cómo llevó a cabo su deseo. En Medinat Israel hay varios rabinos líderes de comunidades que son homosexuales pero que no practican su preferencia sexual. Esto es lo que más se acomoda a las comunidades, por lo menos dentro de la ortodoxia. Ya para otras denominaciones judías la cosa cambia drásticamente tanto para hombres como para mujeres. Bajo ninguna circunstancia puedo decir que una preferencia sexual es “oscura” frente a otra, por más que nuestra Torá nos indique claramente que tal comportamiento no se debe llevar a cabo. El asunto radica en la claridad y transparencia que desde principio se debía tener en este caso y es ese aspecto, ningún otro, el que resulta como oscuro para una congregación.
Ahora bien, con esto quiero puntuar lo siguiente: En primer lugar, los rabinos somos humanos y como humanos cometemos fallas, como todos los demás. Lo primordial es que como humanos reconozcamos esas fallas y las pongamos de antemano sobre la mesa para que la comunidad no “sufra” por nuestro devenir como seres humanos complejos. Bien sea que nuestro deseo sea traficar drogas para obtener dinero fácil, o que deseemos guiar a una congregación con edictos dictatoriales que no son congruentes con la praxis y la realidad de la comunidad para demostrar nuestro poder sobre aquellos que siempre tuvieron las comodidades económicas que en la infancia se anhelaron, o que deseemos ir detrás de toda mujer para serle infiel a nuestra esposa porque la santidad que predicamos sólo aplica para los demás, o que por circunstancias de la vida decidamos formalizar una preferencia sexual, lo que debemos tener en cuenta como rabinos y líderes religiosos es que tenemos límites y debilidades siendo nuestro deber ético, con nosotros mismos, el saberlos, reconocerlos y asumirlos públicamente antes de aceptar una posición de líder comunitario.
Las fallas están bien, los errores están bien, la imperfección humana está bien; empero, debemos reconocerlas para no llevarnos por delante a los demás; sobre todo, cuando de congregaciones enteras se trata y cuando la fe está de por medio. A estas alturas las excusas resultan ineficientes. El “yo no sabía que eso estaba ahí”, el “yo soy el rabino y acá se hace lo que yo diga”, el “es que ella se me insinuó y me sedujo”, son insensateces que perfectamente podían ser evitadas sin comprometer la buena fe que un grupo de personas pone sobre nosotros cuando nos nombra como su líder religioso para que los guiemos, los entendamos y para que les ayudemos a vivir y cumplir su judaísmo a plenitud tanto con sus límites como con los nuestros.
Si bien las comunidades esperan un líder sin tacha alguna, la verdad es que nadie es perfecto excepto Dios. Sin embargo, traicionar a una comunidad entera por el motivo que sea resulta incomprensible desde toda perspectiva. Es de gran admiración para mí ver como estas comunidades han sobrepasado estos arduos momentos manteniendo su fe a pesar de las fallas humanas de algunos de sus líderes. Un Kol HaKavod para todas ellas por mantener su fe intacta y por continuar buscando liderazgo permanente en sus Keilot.
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