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La religión y el fino arte de actuar en nombre de Dios

Actualizado: 11 ago 2020

Por: Emilia Duca

Hace unos días, me llegó un mensaje de alguien que no conozco haciendo alusión a una foto que monté en mis redes sociales. Era un mensaje corto y conciso. Sin introducciones, sin saludos, sin vueltas… al grano. “Cuando eras religiosa y te vestías como batmelech te veías bonita, ahora te ves vulgar”. Lo que me llevó a preguntarme qué es lo que impulsa a alguien a querer aleccionar a una persona que no conoce, que jamás ha visto y de quien no sabe nada.


Se topan con ideas destructivas que los termina alejando de sí mismos y de los demás, llegando a convertirse en una especie de Liga de la Justicia Halájica



¿Qué es lo que impulsa a alguien a querer aleccionar a una persona que no conoce, que jamás ha visto y de quien no sabe nada?

En el ámbito religioso se presenta constantemente el interrogante “¿qué es lo que quiere Dios de mí?”.

Entonces, aparecen muchos recursos de líderes espirituales que intentan explicar y transmitir qué es lo que Dios pretende de nosotros, y hay muchas buenas referencias de líderes positivos, con criterio, con sentido común, con sensibilidad, que hacen mucho bien a sus comunidades. Pero a veces la gente busca en el lugar equivocado y, como el que busca encuentra, se topan con ideas destructivas que los termina alejando de sí mismos y de los demás, llegando a convertirse en una especie de Liga de la Justicia Halájica, y así es como en el afán de cumplir y hacer cumplir “la voluntad de Dios en la Tierra” se desensibilizan de los sentimientos de otras personas y, al creer que el fin es el correcto, se justifican los medios sin tener en cuenta si en el camino se humilla, se avergüenza o se lastima a alguien.


No pocas veces he visto cómo, al ocurrir una desgracia, ciertos rabinos salen a decir que las mujeres alarguen sus faldas, cierren sus escotes y se cubran mejor el cabello. Partiendo de esos enunciados arcaicos, discriminatorios, violentos y profundamente misóginos, pero justificados con buenas intenciones y deseos de redención, logro acercarme a la idea de cómo alguien a una escala mucho menor, pueda llegar a estar convencido de que su misión en la vida sea expresar su disgusto en cuanto a mi forma de vestir para que eventualmente yo corrija mi comportamiento y venga Mashiaj.


No hay certeza de que nuestras vestimentas (o la falta de ellas) tengan algo que ver con las tragedias que ocurren, pero de lo que sí tengo certeza absoluta es de que el mundo es un lugar mejor cuando nos manejamos con los demás con la empatía, la aceptación, el amor y la compasión que esperamos que Dios tenga hacia nosotros.

Y como mejor dijo Hillel, “No hagas al prójimo lo que no te gusta que te hagan a ti”.



Emilia Duca nació en Buenos Aires, Argentina, en el marco de una familia no observante. Durante su adolescencia comenzó a investigar sobre sus antepasados, jasidim de Polonia, y se adentró en el mundo de la ortodoxia estudiando en varias instituciones para jóvenes judías de Argentina e Israel. Durante varios años, realizó funciones y tareas religiosas en Tailandia y en Colombia donde actualmente reside. Habiendo abandonado hace algunos años el camino de la ortodoxia, Emilia se encuentra en una nueva etapa de su vida redescubriendo tanto el judaísmo desde un nuevo lugar como otras facetas de su persona que le eran desconocidas.


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