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Foto del escritorJack Goldstein

¿Qué nos depara el 2021?



Por: David A. Rosenthal

Un Nuevo Orden Mundial (NOM), que se nutre para si mismo y por medio de las tan llamadas “democracias liberales” que convergen con la posmodernidad y así mismo con la posverdad. Ahora bien, la crisis que genera la pandemia de la Covid-19, es irreversible y obliga a los Estados-nación y a la sociedad en general a lanzarse a un peligroso abismo, pues el único país que estaba preparado para enfrentar un desorden social y económico de este tipo, era China. Y, quizás, algunos países del lejano oriente.

Los pilares principales son: la razón, la ciencia y el humanismo. Estos ideales, en su sentido puro, soportan el concepto de libertad y derechos del individuo

Teniendo en cuenta que no habrá vuelta atrás de los estragos causados por suceso tan inesperado y misterioso, ya la suerte estaría más que echada, como aquella frase atribuida a Julio Cesar -Alea iacta est- pues no afrontamos una crisis de un par de meses; sino, más bien, para muchos meses. El año 2021, que ya se empieza a asomar, es el preludio del Nuevo Orden Mundial.


Steven Pinker, profesor de Harvard, psicólogo y escritor canadiense; en su libro: “En defensa de la Ilustración”; nos recuerda aquellos ideales, necesarios para poder tener una sociedad en continuo progreso y mejoría. Los pilares principales son: la razón, la ciencia y el humanismo. Estos ideales, en su sentido puro, soportan el concepto de libertad y derechos del individuo. La revolución francesa, en su momento, supuso un cambio tan abrupto que significó progreso, eliminación de brechas sociales y lo mas importante, el auge de la gran burguesía. Además, fue esta clase social, encabezada por banqueros, industriales y comerciantes de todo tipo, quienes se convirtieron no solo en la clase dirigente, sino que estimularon tanto a la razón, como a la ciencia y al humanismo. Grandes mecenas de las artes, de las nuevas ideas que hasta hoy nos significaron un legado tan extenso, tal cual como el auge de la contemporaneidad.


Así que, el problema no es en sí, la definición de los conceptos o su significado; pero si, el modo en que se interpreta y termina llegando a los ciudadanos. Un Nuevo Orden Mundial, ni siquiera es el problema. El eje de dicho dilema, es que los intereses del grupo que este tras esta nueva forma de Sistema, sean contrarios al beneficio de la mayoría.


China, que se perfila como la gran nueva potencia, con un crecimiento económico superior al de muchas otras naciones y en tiempo récord, presupone dentro de si un NOM, que ha empezado paulatinamente ha exportarse por medio de la “globalización”. Pero, China es un lugar donde la razón, la ciencia y el humanismo están supeditadas a un régimen autoritario, que es asimismo una afrenta contra la libertad, desde el punto de vista filosófico, moral y socio-político. Si bien, su economía es poderosa, en los otros ámbitos es tan débil como cualquier país que apenas está en vías de desarrollo.


Una evidente decadencia moral de la sociedad occidental, influenciada por posiciones propias de la pseudo-filosofía, que no es más que mentiras disfrazadas, al igual que la posverdad, hacen a Occidente un oponente débil. El sistema tampoco es el problema en sí, pero, por ejemplo, un consumismo tan mal llevado; que convirtió a la moral en un todo-vale y que conllevo a la “felicidad efímera”, nos presupone una quimera, evidentemente irrealizable e inalcanzable. En cambio, China se presenta como una sociedad casi homogénea, regida por un Partido Comunista, que no tiene cabida para el individuo, y por supuesto tampoco para lo que este significa.


Occidente se encuentra en jaque, más aún, si tenemos en cuenta que la Covid-19, es el punto de partida del cambio inesperado o quizá tan esperado, que ni lo entendemos. Estados Unidos, a su vez, es la nación mayor afectada. Si la hegemonía juega un vuelco tan radical y de forma sibilina nos despertamos en un mundo con tendencias distintas a las acostumbradas, seguro las acompañara este Nuevo Orden Mundial.


Además, sin la modernidad no hubiera sido posible la contemporaneidad, lo que implica que, el mundo occidental ha forjado una historia común, desde el fin de la Edad Media y sucesos tan valiosos como el descubrimiento de América y las revoluciones liberales, no deben ser objeto de revisionismo, pues conforman la identidad, que se perdió con el posmodernismo. El esplendor de esta era de las tecnologías y las comunicaciones, paradójicamente se ha convertido en desilusión, incomprensión y pesimismo del lado occidental. La pérdida de la conciencia histórica e incluso el rechazo a esta historia común, no deja de ser tan grave en relación con el declive, en el cual nos encontramos.


El cataclismo que genera este “coronavirus” afecta como nunca antes en la historia reciente a Norteamérica y Europa. Además, el apogeo de los regímenes socialdemócratas o socialistas, dejan no solo en expectativa a estas sociedades, sino muy vulnerables a los intereses de un enemigo que es un socio enmascarado, distante pero cercano y en continuo acecho. Lo peor, es que no parece haber un líder fuerte o Estado-nación -ni en unión- que puedan hacerle frente, a lo que desde la revolución liberal -como consecuencia de la ilustración- suscitó la transformación de la sociedad y el ápice fundacional de la Edad Contemporánea.

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