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Versos del libro "Amores bajo Fuego" de Martín Cruz (I)




Rayito de sol


Susurro que pasa raudo en en mis ilusiones

de un pasajero mortal que solo acaricia tu

sol rojo en el poniente hundiéndose en la mar

De tu sonrisa.


Fugaz como el carmín de tus labios de corazón

en flor. Estrella que cruza los Andes respirando

el agitado brío del padre de América. Cascada

en tu cabellera de rubí entre azabache y carbón.


Sos la luz que brota de tu ser mujer hermosa, tus

ecos sonoros son la voz de los excluidos que ya no

están, solo en tu regazo de ternura y luchas

callejeras.


Veo tu mirada en el infinito de tus sueños, en tus

esperanzas verdes como la jungla de Rivera, como

los ríos salvajes en el iris de tus ojos, y yo como

Sancho oteándote en el imposible universo de tus

latigazos de oro.


Tu rostro dulce, el trazo de tus cejas bien puede ser

el trampolín de un soñador gitano sin tierra y sin gloria

o tal vez, el brillo de tus ojos fuente encantada de tus

mágicos besos, quizás tu boca caldera hirviente de mis

inútiles propósitos, también podría ser el cadalso de un

moribundo osado que pretendió alcanzar una estrella


Acá sigo en mi humilde morada terrenal, observando tu

risa de nácar y marfil, sacudiendo tus años y tu rebeldía

de siempre. Vuelas entre la senda de flores de tu siempre

primavera.



 

CUANDO CAIGA LA TARDE


Junio del 2012



Cuando caiga la tarde, seguramente ya he terminado

mis mejores versos

para ti, he saboreado el néctar

más exquisito de tu rosal, he terminado de pintar

el arco iris en tus ojos, ya he abrazado tu cintura,

y ya he besado tu boca


Cuando caiga la tarde, habrá terminado mi marcha

guerrillera, he sembrado un árbol, he

leído un trozo de historia, he también contemplado

el declive del sol en lo alto de la montaña


Caerá la noche en el

poniente, revisare tus cartas un tanto

desteñidas por el paso del tiempo, pero ahí

estará, aquella flor que me regaló un día


Ya he visitado tu tumba guerrillera,

ya he colocado una rosa blanca en

tu honor, confío y tengo fe en la

victoria de mi pueblo, cuando caiga la tarde


llegará la oscura noche,

llegaran las fantasmales sombras,

habrá lluvia y luna llena, habrá fugaces relámpagos,

que iluminaran aquella tumba, donde yaces

con la cara frente al sol.


Cuando caiga la tarde, ya no estarás conmigo,

solo tu morral, tus cosas, tu recuerdo

que siempre lacera mi piel, cuando caiga la tarde.


Me hundiré en el regazo oscuro de las tinieblas,

escucharé tu suave respirar, serás mi luz en las

jornadas más inciertas, cuando caiga la tarde.



 
 
 

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Radanita (en hebreo, Radhani, רדהני) es el nombre dado a los viajeros y mercaderes judíos que dominaron el comercio entre cristianos y musulmanes entre los siglos VII al XI. La red comercial cubría la mayor parte de Europa, África del Norte, Cercano Oriente, Asia Central, parte de la India y de China. Trascendiendo en el tiempo y el espacio, los radanitas sirvieron de puente cultural entre mundos en conflicto donde pudieron moverse con facilidad, pero fueron criticados por muchos.

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