“Abracadabra” no sustituye a médicos, psicólogos o abogados
Actualizado: 18 feb 2021
Zapatero a tus zapatos. De rezos y medicinas: Siguiendo con temas médicos apropiados para estas épocas, comparto este artículo de hace un año. La fe mueve montañas y actitudes positivas tienen incluso la capacidad de mejorar condiciones físicas. Pero en los últimos meses hemos visto múltiples casos con resultados fatales de devotos que se encomendaron únicamente a los rezos y especulaciones místicas en franco reto a cualquier protocolo científico. Sea esta otra oportunidad para hacer un llamado a la cordura y a la responsabilidad comunitaria.
Alguna vez le preguntaron al emperador Constantino si creía en la astrología. El lo negó aduciendo que cuando uno de sus barcos zozobraba en el Mediterráneo, difícil era creer que todos los marinos hayan sido Capricornio. Algo así cabe preguntar ahora, con la humanidad encuarentenada, si es que todos tenemos problemas con las mezuzot.
“Y Dios dijo: “Hágase la luz, y la luz se hizo””. Dicen unos que eso explica los charcos al lado de los postes de alumbrado en Jerusalem.
Nuestra cosmogonía enseña que el mundo se creo con la palabra divina. La raíz hebrea del vocablo Abra (bet–resh–alef) es la misma de Bore, como en “Bore peri haGefen”, Creador del fruto de la viña. La raíz de Dabra (dalet-bet–resh) es la misma de Dibrei, como en Aseret Dibrei Tora, los 10 Mandamientos (ordenanzas dichas por Dios), o como la del verbo Medaber (hablar). La preposición k´ es equivalente a Como. Todo esto nos lleva a que Abra k´Dabra sea una bastardización del hebreo o del arameo y que puede traducirse a “hágase como se dice”, la esencia de cualquier fórmula mágica.
Los rezos, especialmente aquellos destinados a cambiar las circunstancias, son meras fórmulas mágicas diseñadas para intervenir (suspender) las fuerzas de la naturaleza en favor del interesado.
Hay rezos que se recitan en agradecimiento a la Divinidad por múltiples razones. Otros están diseñados para resaltar la grandeza de Dios. Hay los que se originan por la necesidad de justificar un mandato rabínico atribuyéndolo a designios del Todopoderoso. Muchos rezos (o maldiciones) se enuncian con el deseo de invocar poderes sobrenaturales en favor (o en contra) de alguien. Asistiéndolos, están los amuletos tales como dijes, ajos y ojos. En principio, las mezuzot y tefilín deben servirnos como recordatorio de una serie de mandamientos; algo así como cuando alguien se ata un nudo en el dedo. De ahí a tener que besar una mezuzá al cruzar un portal hay mucho trecho, más aún cuando después de besarla se piense que hay que llevarse la mano a la frente. Recordar los mandamientos no implica acatarlos; reconocer su existencia es apenas un primer paso para ser virtuosos. En este caso, la magia se hace no solo a punta de recitar una fórmula, sino complementándola con un ritual.
Más allá de compartirles el origen de la madre de todas las fórmulas mágicas, quiero opinar sobre lo que siento se ha convertido en una trivialización de la mezuzá. Curiosamente, a pesar de tanta ciencia y modernidad, vivimos épocas de fervor cabalístico. En los últimos años, he visto muchos casos donde la duda o la angustia individual es reducida a una simple revisión de mezuzot. En alguna ocasión, en mis épocas de mayor fidelidad a la ortodoxia y durante momentos de fragilidad de espíritu, acudí a un rabino para que me opinara sobre ciertos curiosos acontecimientos que me agobiaban. La interpretación que me dio fue que debía revisar mis mezuzot para recomponer mi rumbo. Algo raro debía haber en los pergaminos que estaba afectando mi vida. Para el rabino en cuestión, no había ni explicación ni solución alterna. Su receta estaba pre-formulada y en realidad no necesitaba escuchar mis cuentos. Era otro placebo más que habrá recetado a tantos otros afligidos. La ironía es que ese diagnóstico contribuyó decididamente a alejarme del mundo ortodoxo.
Enfermedades serias, abortos, depresiones anímicas, malas rachas, líos legales, conatos de divorcio, quiebras o accidentes terminan siendo interpretados por múltiples rabinos como síntomas de alguna humedad, mancha, tinta corrida o error en alguna de las mezuzot en el hogar, oficina, fábrica o carro, al estilo de la lepra bíblica en las casas. Peor aún es el corolario que dice que para curar esos males lo que hay que hacer es cambiar las mezuzot. La persona afectada acude al rabino de turno para confesarle sus pesares más íntimos. El preocupado invierte tiempo y energía ante el líder religioso desnudando sus debilidades, pero a menudo termina sometido al rigor de una misma receta, cual poción homeopática, ese abracadabra de la “ciencia rabínica” que cura todos los males: “¡Revise sus mezuzot!”.
Sí, revisen sus mezuzot con la frecuencia que consideren prudente. Seguramente así también podremos comprobar que el chance de encontrar humedades y letras corridas es el mismo entre quienes se quejan ante rabinos como entre quienes acuden a médicos, o como entre quienes no tienen de qué quejarse. También veremos que cambiarlas no tiene correlación con la alteración de circunstancias en cualquier de los tres tipos de casos. Recordémos los mandamientos y preceptos éticos cada vez que pasemos por los portales de nuestras casas y a la hora de rezar en las mañanas. Recémosle a Dios con fervor. Pero a la hora de tratar enfermedades, problemas legales, familiares o económicos, sepamos también acudir a médicos, psiquiatras, abogados o terapistas. Padres, hermanos y amigos pueden ser instrumentales en resolver situaciones complicadas. Los rabinos también pueden caer dentro de la definición de amigos y confidentes. Es un gran honor poder contar con un rabino amigo a quien confiarle los pesares más íntimos. Es una gran bendición que ese rabino sepa, además, aconsejar sabiamente. Pero sugiero respetar la mezuzá entendiendo su misión recordatoria sin atribuirle poderes sobrenaturales para curar los males del bolsillo, corazón, alma o cuerpo.
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