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Foto del escritorJack Goldstein

"Anyu" - Bela Pollak y unas reflexiones - Parte VI

Por Anamaria Goldstein


BELA POLLAK


Después de Auschwitz y de una larga estadía en campo de detención británico en Chipre, llegó a Israel y se enlistó en el ejército.

Béla fue el tercer marido de mi tía Judith y solo vine a conocerlo en los años 60´S cuando se casó con mi tía en Nueva York. Él me regaló la tarjeta que se mandó a sí mismo a Debrecen, su ciudad natal, desde el campo de Auschwitz. Al principio, los nazis repartieron unas tarjetas abiertas para que la gente escribiera que estaban bien, que nada les hacía falta. Era para tranquilizar a los que todavía quedaban en Hungría, para que pensaran que sólo se trataba de trabajo forzado. Los nazis fueron unos genios en saber manipular la psiquis de la gente. Béla contaba que, estando en Auschwitz, en un día de fiesta religiosa, se salió de su barraca. Entre unos chiros deshechos, muerto de frío, porque era invierno, consiguió no sé cómo, un pedazo de talit y se puso a rezar. Estaba tan absorto balanceándose en su plegaria, que cuando levantó de repente la mirada se encontró con la de un oficial de la SS. Aquél no podía creer lo que estaba viendo y Béla pensó que había llegado el último momento de su vida. El oficial, con un susurro, lo único que pudo decir fue: weiter “sigue rezando”. Dio media vuelta y se alejó. También relataba Bela sobre el día en que un oficial nazi llegó a preguntar si alguien sabía construir chimeneas, no las del crematorio, sino las antiguas de mayólica, para que la oficialidad se pudiera calentar durante el invierno. Bela, que apenas sabía lo que era una chimenea, se ofreció a ayudar valiéndose de los recuerdos de infancia que tenía de como la arreglaban en su casa. Encontrarle sentido a la vida y lograr serle útil al enemigo en estas tareas le hacía ganarse un chance más para evitar llegar a las cámaras de gas, a los crematorios. A veces, ser diestro en ciertas funciones era la diferencia entre la vida y la muerte.

Mi tia Judith y Béla recién casados.

La historia de cómo Bela sobrevivió a Auschwitz es maravillosa y llena de pequeñas anécdotas, un verdadero genio de la supervivencia. Me decía que solo se trataba de sobrevivir un día más y otro día y otro día y solo ese otro día. A Jack, mi hijo, le contó cómo alguna vez hizo un reloj de papel. REFLEXION

Como ya lo expresé, nunca me he considerado sobreviviente del Holocausto, sería como usurparle el dolor a los que pasaron por los campos. Soy sobreviviente de la guerra, soy reflejo del trauma que sufrió la generación que quedó, los que nacimos durante ella. Soy una de los 7.712 niños y niñas judías que quedamos vivos en Hungría, muchos de ellos huérfanos. De esos 800.000 judíos de antes de la guerra, más de la mitad fue asesinada en solo dos meses, 25% fueron asesinados en un lapso de 10 meses. En Budapest, de 201.069 judíos censados en 1935, equivalente al 19% de la población total de la ciudad, solamente 96.000 sobrevivieron. Sin la colaboración de las autoridades húngaras hubiera sido imposible realizar las deportaciones e implementar las leyes antijudías y los ghettos. Con Eichmann apenas llegaron veinte oficiales y unos cien ayudantes de oficina alemanes.


Mis abuelos con Judith y Anyu.

Todo mi mundo de niña nació de ese horror, todos los que conocí perdieron allí casi a la totalidad de su familia. Todas las conversaciones que oí durante los primeros años de mi vida giraron alrededor de Auschwitz, los campos de exterminio, de quién y cómo sobrevivió. Todas mis fantasías infantiles se originaron allí y me pareció haber vivido cada una de las historias oídas. Mi primera conciencia como judía era no tener abuelos, ni tíos, ni primos. Judío era “no tener”, o peor que eso, era haberlos tenido y haberlos perdido a la fuerza, asesinados. Mis fantasías, a los cuatro o cinco años de edad, eran las de encontrar a mis abuelos y llevarlos a casa para ver la alegría del reencuentro. Me imaginaba y soñaba con las caras, que ya no recordaba, de mis abuelos. Muchas veces he sentido la necesidad de comunicar estos sentimientos o experiencias, pero difícilmente había quién estuviera interesado en escucharlos, fuera de mis hijos. No sé qué me impresionó más, si los fragmentos deshilvanados de las historias que escuché, o los silencios enmudecedores. Mi papá jamás pudo hablar de su mamá y del hermano hasta poco antes de morir. Inclusive, la única foto que vi de mi tío la encontré con mi tía Ila entre sus papeles cuidadosamente guardados poco antes de morir ella. Ila empezó a responder algunas preguntas precisas solo cuando mis hijos comenzaron a indagar, treinta años después, sobre Auschwitz. Me decía con voz totalmente ausente de emociones que no tenía palabras para expresar adecuadamente lo que pasó y que nadie sino aquellos que compartieron esas experiencias entenderían; además no tenía ganas de explicar nada. Me imagino que lo que más la torturaba físicamente era la sed, porque treinta o cuarenta años después todavía cargaba consigo agua cada vez que salía de su casa ya que no tenía la absoluta seguridad de poder conseguirla, así fuera durante un corto paseo, en viaje de trabajo o de placer. Tampoco logró sobreponerse a la impresión de las humillaciones a su dignidad.


Abuela Etka con Olika en Karlsbad, iban cada año por la temporada.

Mis padres nunca hablaron de cómo fue la vida antes del Holocausto. No sé si porque les dolía tanto que se hubiera esfumado o porque sus recuerdos estabantan arraigados y tan vivos en la memoria que no necesitaban hablar de ellos. En mi mamá solo palpaba una infinita tristeza. sin embargo, nunca la vi llorar. Pero cuanto más era su silencio al respecto, más necesitaba yo que me contaran sus historias, pues yo tenía una profunda sensación de pérdida; ellos venían de un mundo equilibrado, tuvieron bonitos recuerdos, una gran familia. Mi mundo estaba en desorden, no tenía recuerdos y me quedé con apenas un núcleo de parientes. Habiendo releído este relato, me doy cuenta, con mucho dolor, de lo poco que puedo narrar acerca de los Hausman. Me duele doblemente, porque poco sé y poco puedo documentar, los archivos en Ucrania son inaccesibles y sobre todo porque no tengo ya a quién preguntar.

Alguna vez tuve un recorte de periódico escrito en hebreo, que me dio Judith y que por ingenua e irresponsable le entregué a unos profesores israelíes que vinieron a Colombia el original para ser traducido, y tuvieron a bien perderlo. Afortunadamente, Bela sí lo había traducido anteriormente y así quedó registrado:


1919. Por esa época se fundó en Ungvar una organización sionista bajo el nombre de Ajdut. Sus directivas fueron…(sic). En Munkacs la llamaron Tjiya. Se le unieron al fundarse representantes importantes de la ciudad, entre ellos el Dr. Schesinger, abogado, Hausman (Eliyahu) Erno, Stern Jozsefy, Fried Geza. El Dr. Schesinger ha sido miembro del Parlamento húngaro.


Mi abuela, Etka Wilf Hausman

El otro recorte de periódico que ya no tengo se refería al viaje de Hausman Chaim y según recuerdo, su hijo Erno a Palestina para comprar una casa en Jerusalem para los estudiantes de una Yeshiva de Munkacs que viajarían allí. Judith decía que sabía dónde estaba localizada la casa.


Del lado Hausman hoy conservo una hermosísima amistad con mi prima Zsuzsa Akerman en Miami, con mi prima Vera Neustein en Israel y los Kunos en Hungría.


Mamá sí relataba historias de la familia de su madre en Galicia. Mi abuela tuvo un gran amor, pero no la dejaron casarse con él porque no era de una familia que podía considerarse adecuada, cosa que era muy frecuente en esas épocas. Mamá tuvo buenas relaciones con sus primos, los visitó a menudo. En casa de una de ellas vivió en Viena mientras estudiaba en el Conservatorio; otra prima pasó por Hungría en 1942 huyendo de Polonia con su marido; trataba de convencer a mi papá de que hiciera lo mismo, pero él afirmaba que en Hungría nada malo podía pasar. A otros primos de mamá los conocí en París en 1957.


Por documentos que voy encontrando en los archivos polacos, todos los cuentos de mamá acerca de los pozos de petróleo en Drohobicz y cercanías que tuvo la familiavan tomando un carácter más real y menos de leyenda. (Polish Business Directory 1929 y Galicia 1891 Business Directory ) Cuando viajé con Jack a Ucrania y vi esas tierras, me preguntaba cuál de ellas podría ser la nuestra. Tengo el árbol genealógico de los Wilf, familia de mi abuela, pero por ahora sólo son nombres, fechas, ocupaciones y direcciones. con el tiempo llenaré los vacíos hasta donde sea posible.


El poema a continuación es de uno de sus nietos, David, quien escapó a Inglaterra inmediatamente después de haberse ganado una bofetada por ser judío, el mismo día que el ejército húngaro entró a Beregszasz.





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