El susto con Corbyn y Sanders (…y Petro)
Al menos ya pasamos la página con estos odiosísimos líderes. Los laboristas se están reinventando para no parecer antisemitas, pero la amenaza sigue latente. Los demócratas están oliendo sangre en la arena y buscan una revancha que, apuesto, nos será cara. La penosa pandemia, azotando de manera tan fuerte a los Estados Unidos y a Inglaterra bien pueden tumbar sus gobiernos pro-israelíes y filosemitas. Colombia no se salva de cambios radicales que podrán no sernos amables.
Ni Corby, ni Sanders ni Suleiman son temas vigentes. A veces, las cosas resultan no ser tan inminentes ni malas. Pero aprender a nadar en aguas turbulentas es siempre recomendable. El contenido del artículo no hace referencia ni análisis a políticas sociales o económicas, sino a lo relavito a nuestro shtetl mundial.
La siguiente nota tiene casi dos años.
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Aprender a nadar tocó
No me refiero acá a la mitzva que tiene el padre de enseñarle al hijo a nadar, ni al consejo que nos dio recientemente el General Suleimán, comandante de la Fuerzas Armadas iraníes, en forma de amenaza. Ojalá éste último se haya referido a nuestro interés en aprender a bucear para algún día divisar en el fondo de las aguas a lugares como Shirazh o Fordo y ver como los corales adornos lo que antes fueron plantas nucleares.
Dice el clásico chiste judío que, ante las noticias de un inminente diluvio universal, a los líderes de las religiones se les asigna un espacio en televisión para dar sus últimas palabras. El primer turno es para el Papa quien invita a la Humanidad a aceptar a Jesús en los últimos tres meses que nos quedan para así lograr encontrar la salvación. El sheikh hace su intervención y también invita a convertirse al islam en los últimos tres meses para salvar almas antes de la tragedia inevitable. Cuando llega el turno del rabino, tranquilamente le dice a su teleaudiencia que quedan tres meses para aprender a vivir bajo agua.
A ese cataclismo es que me refiero, el figurativo obviamente. A tener que aprender a nadar bajo lo que presiento será una nefasta glaciación, una inundación de regímenes socialistoides acá en Colombia, en Europa y muy especialmente, en los Estados Unidos de Bernie Sanders, Alexandria Ocasio-Cortez y Julia Salazar, o en la Inglaterra del laborista Cobryn. El péndulo no se está calmando, sino que por el contrario lo veo tomando impulso, creciendo en su inercia. El mundo se radicaliza cada vez más y la tradicional izquierda amiga se está convirtiendo en el principal foco de antisemitismo y antisionismo. Lejos me veo de esos demócratas y liberales que otrora apoyaba por sus ideales de inclusión en temas de inmigración, género, orientación sexual y libertad de expresión. Hoy encuentro a muchos de ellos imbuidos en principios de suicidio social, utopías peligrosas y si, antisemitismo puro o disfrazado de antisionismo. Para mí, da lo mismo.
La lección del rabino es una de practicidad. Como tal, debiéramos quizás aprender a moderar el tono, a buscar el apoyo bipartidista que perdimos bajo el nefasto Obama. Quizás Israel deba también moderar su propio péndulo y ser más calculadora.
No nos mintamos: la izquierda antisemita y antisionista viene con fuerza y está esperando su turno para gobernar.
Pero no nos mintamos: la izquierda antisemita y antisionista viene con fuerza y está esperando su turno para gobernar. Cuando venga, lo hará con sed de revancha y nos cobrará cuentas que ni son nuestras. Pero ante esa izquierda ingenua, que se nutre con breves imágenes en Instagram o facebook, aburrida del estatus-quo, olvidadiza y entregada a fuerzas oscurantistas, no creo que haya mucho que hacer, por lo pronto. Mientras tanto, nos quedan dos o tres años para aprender a nadar bajo las oscuras aguas del izquierdismo antisemita y antisionista.
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