La economía en Colombia
Por David A. Rosenthal
Y por ahí ver a la tal “Epa”, que de Colombia no debería tener nada, lanzando billetes de un helicóptero como si nada, es un hecho además de carnavalesco, algo que debería alertar a las autoridades fiscales de la nación por lo menos. Cuando alguien se sube a un helicóptero a tirar dinero en efectivo, más allá del altruismo que quisiera denotar el acto, se puede entrever que hay una necesidad de desaparecer dinero que no puede comprobarse como legítimo. Además, no es la primera vez que alguien hace algo parecido, pues, es conocido que los mafiosos en su momento hacían eso o algo muy similar.
En Colombia, parece que no importa si “Epa” destruye los bienes públicos, en los cuales se moviliza la clase baja y media
Así bien, en Colombia existe un sistema económico dentro de la decadente economía en continuo, que está estructurada para que las personas que tengan dineros ilícitos y se dediquen al lavado de activos y demás formas fiscales ilícitas, puedan desaparecer los recursos que les son imposibles luego declarar.
En Colombia, parece que no importa si “Epa” destruye los bienes públicos, en los cuales se moviliza la clase baja y media en su grueso, en las principales ciudades que tienen algún sistema “masivo”, sin embargo, cuando la tal “Epa” enseña sus nuevos coches de lujo a sus seguidores, estos se sienten tan emocionados como ella. Seguro lo que piensan es que ella es un ejemplo de gran superación personal y que cualquier persona que se lo proponga podría lograr lo que ella ha logrado en Colombia, lo que sería lo mejor que lo podría pasar a un país como Colombia, pero que por desgracia está muy lejano de la realidad.
La economía colombiana, desde hace décadas es una economía fantasma. En temas generales, haciendo la corrupción de lado, Colombia tiene una economía mejor de la que se registra en las estadísticas oficiales, y es que el vacío que generan los dineros del narcotráfico, al menos en lo contable, terminan en otros sectores o individuos, que por claras razones se encuentran al margen y manejan el llamado “perfil bajo”. A decir verdad, Colombia no produce mucho, a pesar de tener la capacidad para producir tantas cosas. En cambio, la industria de la droga, todavía ilícita, mantiene una subeconomía que beneficia de sobremanera a unos carteles, bandas, corporaciones e individuos, pero, que también nutre a la economía desde su sector más primario.
Entonces, de la noche a la mañana alguien tiene un Porsche, y por qué no, hasta un Ferrari, y es aplaudido por una sociedad que se acostumbro a un sistema mafioso. Pero, como en todo sistema mafioso, el que más “papaya” dé, puede salir más rápido, y no de la mejor forma.
Qué vergüenza, que no importa cual colombiano al salir de su país, se encuentre con una pésima percepción internacional, externa, forastera y lejana, sobre Colombia. Pablo Escobar es el único colombiano recordado hasta en la más miserable esquina de Europa, África y Asia, y por obvios motivos en América.
No nos ayudamos mucho en Colombia, pero es por culpa de personajes tan siniestros como Gustavo Bolívar y su “sin lo que sea (tetas o senos) no hay paraíso”. Luego, las producciones nacionales de mafia colombiana, ahora las mexicanas y las de Netflix, lo único que hacen es dar la imagen letal de que Colombia es un paraíso, o más bien infierno, de droga, mafia, prepagos y todo lo demás. ¡O tempora, o mores!
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