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Foto del escritorJack Goldstein

Subotniks. 250 años viviendo como judíos




Estamos acostumbrados a quejarnos con Dios o de Dios y a lamentar nuestra historia. Esa puede ser una parte integral de nuestra mentalidad de pueblo. Somos reacios a recibir conversos y nos extrañamos cuando alguien quiere vincularse a nuestro pueblo. Por otro lado, existen muchos casos de personas y comunidades enteras quienes, cansados de lidiar con tanto antisemitismo sencillamente se dieron por vencidos y se convirtieron al islam o al cristianismo para así poder soñar con un mejor futuro. Y eso para no hablar de tantos hermanos que fueron obligados a convertirse. Se dice que una de las condiciones que la ortodoxia exige para aceptar al converso es hacerle saber que los judíos son y serán un pueblo perseguido. Otra condición es no querer convertirse justo cuando a los judíos les va bien para así eliminar que un posible beneficio económico sea su real motivación.

Dentro de los tantos pueblos judaizantes que han pasado por la historia, que se integraron a nuestro cimiento o desaparecieron con el tiempo, uno muy particular es el de los Subbotniks (de la palabra “Shabbat”), un grupo atomizado de campesinos rusos que durante las épocas del más cruel antisemitismo de la Zarina Caterina la Grande.

Dentro de los tantos pueblos judaizantes que han pasado por la historia, que se integraron a nuestro cimiento o desaparecieron con el tiempo, uno muy particular es el de los Subbotniks (de la palabra “Shabbat”), un grupo atomizado de campesinos rusos que durante las épocas del más cruel antisemitismo de la Zarina Caterina la Grande, en condiciones de pobreza suprema y sin una comunidad judía vecina a la cual acudir, optaron por asumir costumbres y vidas judías. Sean reyes, zares, premieres soviéticos o los Putin de turno, la historia del pueblo ruso es una cadena interminable de dictadores quienes, en buena medida, han gobernado a punta de infligir miedo a su población y a reducirlos a simples números dispensables. Salvo por razones religiosas, el campesinado paupérrimo de la Rusia del siglo XVIII fue explotado al igual que lo fuimos nosotros. Debían prestar servicio militar durante también 25 años y permanecían como siervos de gleba cuando en el resto de Europa el Feudalismo ya había cesado de existir tres siglos atrás.


Posiblemente, a manera de protesta civil como los “indignados” de hoy, o como genuina convicción, un siglo después de las reformas religiosas de San Nikon (un equivalente dentro de la Iglesia Ortodoxa Rusa de lo que fue Martin Lutero para el Protestantismo), grupos de judaizantes comenzaron a aparecer en diversas poblaciones rusas, especialmente ubicadas en un radio de 300 a 400 kms hacia el sur de Moscú, en los Oblasts de Oryel, Voronezh y Saratov, los que tuve la oportunidad de visitar recientemente. Esto los ubica muy interesantemente por fuera del Pale of Settlement geográfico que Rusia estableció para la población judía y que sólo incorporó a su territorio después de la conquista de Polonia. Por consiguiente, los ubica cronológicamente antes de dicha conquista. Todo esto nos obliga a concluir que este proceso sociológico y religioso se dio sin mayor contacto con el mundo judío convencional. Esto también explica su inicial desconocimiento del idioma hebreo y del Talmud y la inicial carencia de un proceso formal de Guiur.


No existen datos concretos ni documentos que den fe de un gestor, ni de un hecho causal particular, ni de una fecha que ubique el comienzo del movimiento Subbotnik, en buena medida por el temor de que tales comportamientos pudieran desatar mayor opresión. Inicialmente, grupos como la secta Molokane sencillamente se distanciaron de sus iglesias y optaron por asumir unas cuantas costumbres judías como el Shabat de la mano con su fe en un Jesús Salvador. Pero otros más, y mayores en número, asumieron costumbres claramente judías como las de cuidar el Shabat en sábado, no comer cerdo, circuncidarse y negar la divinidad o mesianismo de Jesús. Con el tiempo y su eventual relación con comunidades judías Ashkenazi que fueron ubicándose en su entorno, estos Subbotniks fueron aprendiendo hebreo y en la enorme mayoría de los casos también Talmud, (unos pocos optaron por seguir la tradición karaita), se casaron con judíos y fueron lentamente pero no en todos los casos, pasando por procesos de guiur. Con el tiempo, obtuvieron la tolerancia del Zar a cambio de la promesa de no contratar rabinos ni de hacer proselitismo en su medio.


Durante los años de Stalin muchos fueron reubicados en pueblos lejanos de Siberia Central donde desde los 1830’s existían ya nuevas comunidades judaizantes, o en Birobidjan, la Republica Autónoma judía que Stalin se inventó más al norte de Manchuria. Algunos incluso pudieron organizarse en Kolkhozes en Crimea. Su “nacionalidad soviética” paso por decreto del Kremlin de ser “Subbotnik” a ser “rusa” (y no “judía”), lo que a hoy ha generado suficientes problemas a la hora de absorber a aquellos quienes en las últimas décadas han optado por emigrar a Israel. Durante la invasión Nazi, sufrieron a la par como cualquier otro judío ruso.


Alguna vez existió una comunidad importante en el pueblo de Ilyinka pero todos ellos hicieron aliyah y la mayoría se estableció en el kibutz Yitav, cerca de Bet Shemesh. A hoy, la comunidad más grande y mejor organizada en suelo ruso es la del pueblo de Vysoki, a donde llegué durante Sukot. Los cálculos hablan de unos 400 en ese pueblo y de otros 400 más en pueblos vecinos. La comunidad está bien conectada con Shavei Israel, una organización dedicada al apoyo de comunidades periféricas judías, de conversos y anusim, liderada ya por muchos años por el rabino Birnbaum, muy allegado a nuestra comunidad colombiana y donde también trabajó nuestra querida Aliza Goldschmidt. De Israel cuentan con la presencia ocasional de un rabino Jozer-Tshuva de Lubavitch, originalmente de Ucrania. Vysoki es un pueblo que pasaría desapercibido entre los demás pueblos de la campiña rusa, pero al atravesar sus calles vacías, pude observar que en vez de los tradicionales cerdos sólo había patos, gallinas y gansos, que no había ninguna iglesia (o por lo menos no la pude ver), y que en algunas de sus casas habían mezuzot. Nadie pudo atender mi visita ya que coincidió con el segundo día de Sukkot (para pena mía, en el doble sentido de la palabra). Si bien no gozan de una sinagoga y un Sefer, con alguna regularidad organizan actividades religiosas y sionistas. Existen otras comunidades menores en pueblos vecinos, especialmente en el Oblast de Voronezh, y en pueblos distantes como Mikhailovka, cerca de Astrakhan, pueblo que también atravesé coincidencialmente cuando me dirigía hacia Atil a encontrar Kazaria, a unos 2.500 kms al sur de Moscú.


Algunos manifiestan que en ocasiones son tratados como judíos y a veces como goyim; a veces como judíos Talmúdicos Rabínicos (“Shaposhniks” o “de gorrito”) y a veces algunos dicen ser tratados como karaitas por su poco conocimiento del Talmud (mas no por su rechazo al mismo); algunos son aceptados por Lubavitch y otros no. Capaz todo esto se deba a que, en su momento, un grupo de campesinos rusos, que sin ningún interés económico y a sabiendas que su aceptación del judaísmo les traería problemas sociales, económicos y religiosos, pero por el mero cariño a una fe, dieron el paso que debían dar, sin tener a su alrededor una comunidad judía que los guiara, les enseñara, y les oficializara su conversión. Doscientos cincuenta años después de decidirse a ser judíos, a vivir y a su sufrir como tales, varios Subbotniks son hoy orgullosos ciudadanos de Israel y aceptados bajo la Ley de Retorno. Muchos de quienes quedan en Rusia son aceptados como judíos por la mayoría de la judería ortodoxa mundial y a hoy ya se encuentran respaldados por un guiur y están suficientemente mezclados en matrimonio con judíos ashkenazi si bien sus apellidos Gridnev, Bicharnikov, Chernykh, Voronin o Shishlianikov manifiestan su innegable origen ruso.


Ojalá no falten otros 250 años para terminar de aceptarlos a todos aquellos quienes por apego, convicción y 250 años de vicisitudes como judíos a manos de Zares, Soviets y Nazis siguen probando su fidelidad al judaísmo. Quiera Dios que tampoco toque ver pasar todo ese tiempo para que otras comunidades que llevan muchos años viviendo su judaísmo, puedan recibir nuestro apoyo y orientación, para culminar felizmente en un guiur inequívoco y se sientan ellos y las sintamos nosotros como parte integral de nuestro pueblo.

(*) Extraído en buena medida del ensayo “Subbotniks”, de VelvlChernin para el Rappaport Center forAssimilationReasearch and StrenghteningJewishVitality- Bar IlanUniversity, y de experiencias personales in-situ.


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1 commentaire


Angela M. Epstein
Angela M. Epstein
14 mars 2021

Que interesante historia... con una conclusión doblemente interesante.

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