Un día inolvidablemente trágico en las filas de las FARC
Por Vanessa García
Mi nombre es Vanessa García. Nací y crecí en el Caquetá. Fui reclutada forzosamente por las FARC-EP cuando tenía 9 años de edad. Duré un periodo de 11 años dentro de este grupo ilegal. Durante estos 11 años, fui sometida a muchos abusos en contra de mi persona, como abuso sexual, abortos, y sometida a humillaciones, como cuidar a mi propio padre en cautiverio.
El me dijo que sí, que estaba bien. Salí y él se levantó, pero cuando se levantó se cayó al piso; yo le di la mano. Cuando me agaché, vi que le hacía falta el pie. Yo sentí que el mundo en ese momento se me venía encima. Lo único que le dije fue: “papito, se mochó el pie”
Estando allí, en ese grupo ilegal, tuve muchos momentos desagradables y de horror. Cuando tenía 12 años, estuve en un campamento en la vereda Cristalina de Guayabal, Caquetá, jurisdicción de San Vicente del Caguán, al mando de alias Pechiblanca. Eramos 20 unidades. Entre esas unidades estaba uno de mis hermanos que también había sido reclutado cuando tenía 12 años de edad. Ya en esa época, él era un adulto. Mi hermano, en ese grupo, era todo para mí; me sentía protegida por él. Siempre tratamos de estar juntos a todo momento. Un día cualquiera, como era de costumbre, nos levantamos en el campamento a las 4 de la mañana, a las 5am nombraba descubierta, a las 6am gimnasia guerrillera con arma, a las 7am desayuno, y a las 8am se distribuía trabajo para cada guerrillero.
Ese día me nombraron a mí y a mi hermano a traer un remolque que llegó de verduras, más 20 pollos asados y tres arrobas de carne. Esos víveres los había traído un campesino de la región y nos estaba esperando para entregarnos al borde del monte. Eso era como a media hora del campamento. Bueno, conseguí dos tulas y salimos con mi hermano. Antes de irnos, Pechiblanca nos recomendó que no nos fuéramos a salir del camino porque a los alrededores estaba todo minado con explosivos.
Yo tuve muy en cuenta está recomendación. Nos fuimos hablando con mi hermano Daniel, recogimos los víveres, hablamos con el campesino, le pagamos por el favor y nos regresamos. El campesino me regaló ese día un perrito de mascota. Nos regresamos al campamento. Veníamos hablando con mi hermano cuando de repente me dijo que le habían dado ganas de hacer del cuerpo. Yo le dije aguantara porque no podíamos abrirnos del camino porque a los alrededores está minado. Eso fue lo que nos dijo Pechi. Mi hermano me contestó que eso era mentiras de ese viejo porque vivía todo cagado de miedo. Mi hermano se abrió del camino y empezó a subir una lomita. Yo estaba poniéndole cuidado cuando él terminó de subir la loma e iba a coger una planadita. Sonó una fuerte explosión que me dejó aturdida. Vi que mi hermano voló y cayó sobre mis pies. En ese momento tuve tanto miedo que corrí hacia atrás y dejé a mi hermano.
Pensé que era el ejército que nos había emboscado. Me escondí detrás de unas piedras grandes a ver si sonaban tiros, pero solo se veía el chorro de humo. Le pegué un grito a mi hermano preguntándole que si estaba bien. El me dijo que sí, que estaba bien. Salí y él se levantó, pero cuando se levantó se cayó al piso; yo le di la mano. Cuando me agaché, vi que le hacía falta el pie. Yo sentí que el mundo en ese momento se me venía encima. Lo único que le dije fue: “papito, se mochó el pie”. Mi hermano, del susto, no se había dado de cuenta. Cuando le dije eso, él se desmayó. Yo, lo único que hice fue agarrarlo a besos por todos lados y entré cómo en shock.
Los guerrilleros que habían quedado en el campamento escucharon la explosión y se vinieron a mirar ver qué había pasado y nos entraron al campamento. Mi hermano ya se estaba muriendo, desagrado, y yo solo le daba besos. Amarraron rápido la pierna y llamaron a la comunidad para que lo llevarán al puesto de salud de Guayabal, Caquetá. De allí lo remitieron para Neiva, Huila.
Yo me fui para el campamento muy aterrorizada de saber las condiciones en que mi hermano había quedado por esas minas. Estaba sentada al borde de la caleta mía cuando llegó el perro que el civil me había regalado y traía en el hocico el dedo gordo de mi hermano para tragárselo. Se lo quité, lo eché en alcohol y lo mandé para la casa de mi papá. Mi hermano duró 20 días en el hospital universitario de Neiva y el día que le dieron salida del hospital fue capturado por la policía nacional y enviado a la cárcel de Rivera.
Yo continúe con mi vida y en el año 2014 tomé las riendas de mi vida. Decidí dejar el miedo que me agobiaba y me volé de las FARC. Me entregué a tropas de la novena brigada del Ejército Nacional. Desde ese momento, mi vida cambio para bien y, aunque he tenido muchos obstáculos, hoy en día soy fundadora y vocera de la Corporación Rosa Blanca la cual agrupa y realiza trabajos de defensa y protección de los derechos humanos de las mujeres y niñas reclutadas, sometidas y abusadas por el grupo armado ilegal de las FARC-EP, agentes del estado y otros grupos en Colombia.
Notas de redacción:
- El hermano de Vanessa estuvo un año en la cárcel. Con prótesis en el pie, se vinculó de vuelta a las FARC y eventualmente se incorporó al proceso de Paz. Viviendo en Chaparral, Tolima, fue víctima de dos atentados. Estuvo hospitalizado durante 6 meses en Ibagué, en estado vegetativo, hasta su muerte en 2019.
- Corporación Rosa Blanca es una organización que reúne a más de 1.200 mujeres y hombres víctimas de violencia sexual por excombatientes de las Farc,
Comments