El exceso de democracia puede ser perjudicial para su salud mental
Por: Felipe Cusnir. Kfar Saba, Israel
Cuando recibí mi cedula de ciudadanía colombiana, mi papá (Isaac Cusnir Z”L) me dijo: “ahora que tiene cedula, vote”. Y no solo obedecí el consejo de mi padre, que en ese momento de mi vida sonaba como una orden, si no que con el tiempo se convirtió en un principio fundamental en mi vida como ciudadano.
Creo yo que, este lindo, creativo e ingenioso país, del cual me siento orgulloso y agradecido, merece gobernantes con otro talante
Actualmente soy ciudadano israelí y ejercí mi derecho al voto por primera vez en el 2015. Posteriormente, no he faltado a la cita que nos demanda la democracia, la cual he tenido que cumplir tres veces más, por ser precisamente el ejercicio democrático a la que muchos de mis amigos y conocidos se les llena la boca y se les infla el pecho cuando hablan de la democracia israelí.
Gracias a ese sistema, en este país hay muchos partidos políticos de derecha, de izquierda, partidos que representan a los árabes israelíes y el famoso centro (que en mi opinión baila al son que le toquen o como le toque) y entonces empieza ese maravilloso juego democrático donde pocas veces la mayoría de la gente se siente representada.
Empiezan las alianzas y las componendas que, por ejemplo, en Colombia se les considera de muy mal gusto y lo llaman “clientelismo”. Pues en Israel no. De hecho, con el fin de tener contentos a los miembros de los partidos que patrióticamente se unen con el partido que sacó la mayor cantidad de votos para formar la coalición y poder gobernar, abiertamente se reparten los puestos que acá son los ministerios y es donde, en mi opinión, la cosa se vuelve hasta divertida (por no decir que da furia y hasta tristeza), ya que los ministerios casi nunca los ejerce la persona idónea para el cargo sino a quien toca pagarle el favor de aliarse con el partido mayoritario y formar el tan ansiado gobierno. Aunque no solamente se reparten Ministerios a diestra y siniestra, (¡actualmente tenemos 29 y querían aumentarlos a 36!), también se nombran ministros sin cartera para que todos queden contentos.
El ejemplo clásico de esta manera de gobernar y de nombrar a la persona menos indicada para un cargo ministerial es el caso del exministro de Salud Yaakov Litzman, quien se desempeñó en este cargo cuando estábamos en el inicio de la pandemia. El Señor Litzman es el típico judío ultra-ortodoxo, vestido de negro, camisa y barba blancas, cuyos conocimientos de salud pública son los mismos que yo tengo de Talmud, Pirkei Avot, y demás. Y como era de esperarse, el pobre Yaacov y su señora esposa contrajeron Covid-19 al igual que cientos de sus vecinos de las mismas comunidades, como las de Bnei Barak, entre otras.
Y hay más casos como este, como el nombramiento de Miri Regev en el Ministerio de Cultura, quien de culta deja mucho que desear, pues parece que se crió sola en el desierto.
Entonces, en ese frenesí democrático que vivimos en Israel, aparece en el gobierno personajes como Oren Hazan (que afortunadamente hoy en día está en uso de buen retiro de la Knesset) y quien, si hablara español, podría formar parte del elenco de Sábados Felices. Lamentablemente hay otros más que serían felices si Israel se convirtiera en una Teocracia.
Entonces creo yo que, este lindo, creativo e ingenioso país, del cual me siento orgulloso y agradecido, merece gobernantes con otro talante. Me entristece no haber podido “conocer” o no haber sido gobernado por personajes como Golda Meir, Menachem Begin, Yitzhak Rabin, y por supuesto, Shimon Peres que era presidente cuando llegamos a Israel.
Vendrán más elecciones, seguiré votando y transmitiéndole a mis hijos el mismo mensaje que recibí de mi papá, y es que, gracias a la democracia, por depositar ese pequeño pedazo de papel en la urna y cumplir mi cita cuantas veces sea necesario, tengo el derecho a opinar y decir libremente lo que pienso.
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