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Descubriendo segundas oportunidades


Por el rabino Isaac Sitt

Referencia: Hirsch Chuamsh Vol. III 25:10 Leiluy Nishmat Jaim Ben Dessy Zt”l

¿Qué pasa si me equivoco?

Siempre escuchamos que los errores son parte de la vida y que no hay que temerles, sin embargo, las consecuencias directas que conllevan nos hacen cuestionarnos estas premisas.


...es que no nos gusta sabernos falibles, a nuestro ego no le gusta saber que hicimos las cosas mal; por lo tanto, muchas veces dejamos de intentar cosas arriesgadas

El temor a errar se origina en parte debido a lo amargo de las repercusiones. Equivocarte en una entrevista de trabajo implica perder una oportunidad que estabas buscando y seguir en una situación económica apretada; equivocarte en una relación puede implicar perder al ser amado, aquel con el que deseabas pasar el resto de tu vida. Ante este escenario es difícil pensar que “no pasa nada si te equivocas”.

A pesar de lo anterior, aunque no todos los errores son tan definitivos -pues en la mayoría de los casos las consecuencias pueden ser remediadas- nos siguen atemorizando. Es posible que otro aspecto de equivocarnos que nos afecta es que no nos gusta sabernos falibles, a nuestro ego no le gusta saber que hicimos las cosas mal; por lo tanto, muchas veces dejamos de intentar cosas arriesgadas, asuntos en los que podemos fallar con tal de no poner en tela de juicio nuestra capacidad, de no sentirnos incapaces ni deficientes.

La percepción que tenemos de los errores se alimenta en gran medida de la visión que tiene la sociedad en la que vivimos. Si como sociedad no estamos dispuestos a entender que el ser humano se equivoca, si condenamos al que lo hace y seguimos identificando la perfección como el único estándar aceptable, será imposible que podamos transmitir que errar es humano. Podemos platicar sobre el tema, dar discursos al respecto e incluso enseñarlo, pero si en nuestras nuestras relaciones comerciales y humanas no toleramos las equivocaciones, difícilmente la gente va a aprender que no pasa nada si comete errores. ¿Cómo enseñarle a un emprendedor que vale la pena arriesgarse si al primer fracaso la sociedad lo condena y limita sus sueños?


Los procesos sociales tienen que servir de sostén a los individuos para que puedan arriesgarse, ya que al hacerlo sabrán que hay gente a su alrededor dispuesta a apoyarlos.

Es en este contexto que la sociedad misma tiene que estar dispuesta a dar una segunda oportunidad a las personas, permitirles redimirse y hacerles saber que su valor no cambia por haberse equivocado. Los procesos sociales tienen que servir de sostén a los individuos para que puedan arriesgarse, ya que al hacerlo sabrán que hay gente a su alrededor dispuesta a apoyarlos.

Dentro del judaísmo esto es tan esencial que cada 50 años la sociedad en general regresa a un punto en el que todo se renueva: los esclavos salen libres, los terrenos regresan a sus dueños originales, las deudas se desvanecen (esto también sucedía cada 7 años); es como si de pronto todos tuvieran una segunda oportunidad, todos volvían a tener la capacidad de reinventarse económica y socialmente. El año de Yobel o jubileo, como es conocido en español, representaba una oportunidad para todos, una manera de que los errores del pasado no fueran arrastrados para siempre. Esta renovación a pesar de ser material sirve como encuadre para que el ser humano haga lo propio de manera interna y moralmente.

“Es un año de renovación y de restitución… trae el renacimiento político y social de la nación, el cual tiene un efecto sanador y restaurador en las cuestiones externas e internas”.

Al tener un momento como este, dicho valor permea en la sociedad, ya que es claro que si D-os estableció este mecanismo es porque sabía que cometeríamos errores y no quería que los arrastráramos para siempre. De aquí podemos observar cuál es nuestra misión como sociedad y lo que tenemos que ofrecer genuinamente a cada uno de los individuos que forman parte de ella, si cada persona le transmite al otro que lo acompañará a pesar de que se equivoque, sin duda estaremos en camino a crear un mejor mundo.

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Radanita (en hebreo, Radhani, רדהני) es el nombre dado a los viajeros y mercaderes judíos que dominaron el comercio entre cristianos y musulmanes entre los siglos VII al XI. La red comercial cubría la mayor parte de Europa, África del Norte, Cercano Oriente, Asia Central, parte de la India y de China. Trascendiendo en el tiempo y el espacio, los radanitas sirvieron de puente cultural entre mundos en conflicto donde pudieron moverse con facilidad, pero fueron criticados por muchos.

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