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Desinfectar la mente

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Por Fanny Wancier Karfinkiel - fannywancier7@gmail.com

Algunas toxinas producidas por plantas, animales o insectos son venenosas para la salud de los seres humanos y, otras de origen bacteriano, por el contrario, son creadas en laboratorios y buscan fortalecer el sistema inmunológico del organismo. Las toxinas también se encuentran en algunos medicamentos o sustancias químicas que, al consumirse regular o exageradamente, terminan por enfermar al cuerpo al igual que la exposición a los productos de limpieza, la gasolina, el alcohol, los pesticidas y los cosméticos.


La ira no resuelta no está dispuesta a acomodarnos a la realidad y, esperando que el mundo se incline en una dirección determinada, nos empuja a pensar, sentir y actuar dentro de una órbita destructiva.

Más aún, hay venenos que en momentos de luchas o guerras internas infectan a las personas produciendo infelicidad. Este estado emocional calamitoso se asienta en la ira, la codicia y la envidia, y acarrea el nivel más alto de toxicidad según Lao Tse.


El venerable “viejo maestro”, fundador del taoísmo y autor del Tao Te Ching nació en China en el siglo VI a. C. junto, aunque en lugares distintos, a dos grandes sabios: Pitágoras en el mundo griego, autor del Teorema de la hipotenusa entre otras contribuciones a la música y la astronomía y, Siddharta Gautama en India, fundador del budismo. Esta tríada de personajes excepcionales, produjeron nada más y nada menos una evolución del entendimiento, una esperanza para la humanidad.


“No hay mayor misterio que no conocer el contento”, afirmaba Lao Tse en el 500 a.C. y, de igual modo a como se tratan las adicciones, habría que dejar de exponerse a las toxinas que lo producen. Comprendía que la paz duradera era el fruto de la serenidad interior y no de leyes y órdenes impuestas y, una vez purificados de la ira, la codicia y la envidia, los 3 venenos que impedían alcanzar el estado de alegría pura, el “Bloque Intacto” interno haría que nada de lo externo alterara nuestro equilibrio.


La ira no resuelta no está dispuesta a acomodarnos a la realidad y, esperando que el mundo se incline en una dirección determinada, nos empuja a pensar, sentir y actuar dentro de una órbita destructiva. La ira pretende llenar el vacío que media entre las expectativas que tenemos de la realidad y la realidad misma, razón por la cual, no resulta un buen camino. Nada ayuda más que la compasión para superar lo que consideramos injusto.


Así mismo, Lao Tse alertaba sobre caer en la codicia. Distinta a la sensación de la “falta” que nos estimula a buscar respuestas, la codicia hace que las personas al sentirse carentes deseen demasiado, no se satisfagan nunca y, enlazándose con los celos, quieran poseer al otro. El antídoto es ansiar cada vez menos y no cada vez más, de tal forma que el afán no anule las verdaderas necesidades y la alegría encuentre la vía para manifestarse.


La envidia es un veneno mortal, es la semilla de la autodestrucción ya que, “si el jardín del vecino siempre es el más verde”, también es el más deseable.


Por tanto, estimo que Lao Tse dedujo sin ningún atisbo de duda: “la desgracia más grande que existe, es no saber contentarse”.

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Radanita (en hebreo, Radhani, רדהני) es el nombre dado a los viajeros y mercaderes judíos que dominaron el comercio entre cristianos y musulmanes entre los siglos VII al XI. La red comercial cubría la mayor parte de Europa, África del Norte, Cercano Oriente, Asia Central, parte de la India y de China. Trascendiendo en el tiempo y el espacio, los radanitas sirvieron de puente cultural entre mundos en conflicto donde pudieron moverse con facilidad, pero fueron criticados por muchos.

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