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Foto del escritorJack Goldstein

El Acuerdo de Paz de La Habana




Por Martín Cruz Vega

El Acuerdo General para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera en Colombia, contenía seis puntos de diálogo y discusión. Acá se recogieron en buena parte las principales necesidades de la mayoría de la población, los problemas y las causas generadoras de este conflicto social y armado: Reforma Rural Integral, Participación Política, Fin del Conflicto, Solución al problemas de las Drogas ilícitas; Víctimas y Verificación, Implementación y Refrendación de los acuerdos (CSIVI). Temas que deberían abordar ambas delegaciones tanto del gobierno nacional como la delegación de paz de FARC-EP. Sobre estos preceptos se abordaron los temas en la Mesa de Conversaciones de Paz en La Habana.


Manuel Marulanda había dicho que: —‘El día que se sienten a conversar militares y guerrilleros habrá paz en Colombia’.

Sin temor a equivocarnos, el Acuerdo de Paz entre la extinta guerrilla de las FARC-EP y el Estado colombiano es el acontecimiento político más importante de los últimos tiempos. Ningún otro evento ha despertado tanto interés y como ningún otro episodio ha recibido tanto apoyo internacional por la construcción de la paz para una nación que jamás ha conocido la tranquilidad y el sociego. Luego de casi cinco años de conversaciones en Cuba en el emblemático Palco de Convenciones de La Habana, al fin lo habíamos logrado, después de 53 años ininterrumpidos de confrontación armada, estábamos a la mesa sentados los más acérrimos contrincantes, cuya única interlocución fue el lenguaje de la guerra, odios, muerte y dolor.


No fue tan sencillo como parece sentarnos a dialogar con el Estado colombiano en cabeza del presidente de entonces Juan Manuel Santos, seguramente tampoco lo fue para la institucionalidad. Por nuestra parte fueron serios y largos intercambios entre integrantes de la Dirección Nacional.Instancias nacionales como las Conferencias y plenos orientaban la resistencia armada contra el Estado y al mismo tiempo buscábamos unos eventuales diálogos de paz con el gobierno que nos conduciera a nuevos niveles de la acción política en la construccion de la Nueva Colombia. Desde antes de la agresión del Estado a la zona agraria de Marquetalia en el Tolima el 27 de mayo de 1964, nos inspiraba una salida política a la guerra. Tuvo que pasar 53 años de violencia armada. Siempre estaba en la insurgencia fariana la duda y la incertidumbre, puesto que la experiencia nos había demostrado la traición estatal en anteriores procesos de paz, cuando fueron asesinando uno a uno a quienes entregaron las armas. Hoy nos golpea esta realidad con mas de 250 signatarios exterminados del Acuerdo de Paz.


Fue un año largo en secreto en la fase exploratoria, “buscándole la comba al palo”. Construyendo una agenda conjunta que no solo se silenciaran los fusiles, sino que pudiésemos esta insurgencia armada transitar hacia la reincorporación integral a la sociedad, hacer política abierta; legal y de nuestra parte hacer “Dejación de las Armas”, acogernos y hacer respetar la constitución política nacional, contra la cual habíamos combatido toda la vida. Acogernos al Sistema Integral de Verdad, Justicia; Reparación y No Repetición, (SIVJRNR).


Sin duda esta fue una decisión histórica de las partes en conflicto y la sociedad en su conjunto. Es su obra y construcción por la que todos y todas debemos defender de los señores de la guerra. No siempre las guerras terminan matando al último guerrero. Se pueden pactar acuerdos de paz entre los Estados y sus adversarios, sin que el uno haya derrotado al otro. En la Mesa de Conversaciones de La Habana, fuimos dos partes en igualdad de condiciones, nadie sometió al otro, no se trató de una capitulación de ninguna de las partes, no hubo vencedores ni vencidos, ganó la vida; la reconciliación, la convivencia y la paz, a pesar de las adversidades, de los incumplimientos, la perfidia y los esfuerzos estatales por querer hacer trizas lo pactado.


Nada más simbólico e histórico que el encuentro de altos oficiales activos de las Fuerzas Armadas Colombianas y comandantes guerrilleros, hombres y mujeres en los salones de la paz en La Habana, para la integración de la Sub comisión Técnica para la terminación del conflicto y la construcción de la paz estable y duradera. La elaboración de los protocolos para el funcionamiento del Cese del Fuego, Hostilidades, Bilateral y Definitivo CFHBD y el procedimiento y mecanismo para la Dejación de las Armas y las Garantías de Seguridad, entre otras tareas. Aquel primer encuentro civilizado entre adversarios luego de medio siglo de combates nos sorprendió bajo el viento suave de la isla de Martí, íbamos y veníamos, otros fumaban cigarrillo, una mezcla de alegría y muchas preguntas en silencio; cuando aparecieron los integrantes activos de las cuatro armas del ejército colombiano impecablemente uniformados, un ‘Buenos días’ fue el primer efímero saludo, luego nos reunimos en una enorme sala con sillones negros. Acto seguido, el General Javier Florez y Carlos Antonio Lozada,nos dijeron que la tarea era desarrollar el punto 3 Fin del Conflcito y construir la paz. Todos asintimos con la cabeza, y las miradas mutuas observábamos nuestros rostros, al primer descanso de la primera jornada, cada parte se reunió por separado. A los dos días, ya estábamos en un solo grupo y afloraron las anécdotas, las historias de combates pasados. Los interrogantes directos de tal o y situación. Todos tanto guerrilleros como militares éramos conscientes de nuestra responsabilidad, eso nos mostraba que habia terminado la guerra. Aquella mañana todos los combatientes enfrentados en la guerra, en compañía de los paises garantes comprendimos que la paz era posible. Porque el hecho de estar sentados entre combatientes buscando la paz, era un camino prometedor. Vale recordar hoy que años atrás, Manuel Marulanda había dicho que: —‘El día que se sienten a conversar militares y guerrilleros habrá paz en Colombia’.


La subcomisión Técnica para la Terminación del Conflicto y la construcción de la paz estable y duradera, integrada esencialmente por militares, ex guerrilleros y guerrilleras cumplió con la tarea como finalmente fue acordado entre el Estado y las FARC-EP.


Que lo pactado en Cuba, haya terminado con una guerra, ya es un hecho trascendental que los colombianos y fundamentalmente las víctimas, que entre otras cosas; solo hasta este proceso de paz entre el Estado y las FARC-EP, visibilizó esta horrible tragedia en un lastimoso universo de personas que están ubicadas en el centro de lo acordado, las cuales deben ser reparadas y con garantías plenas de No repetición. El Acuerdo de paz, es una poderosa herramienta cargada de humanidad por la vida digna, que a la hora de la verdad, no ha sido asimilada por el poder político, pero tampoco por la mayoría de la nación. Nos falta compromiso de patria, nos falta compromiso de humanismo, en procurarnos la construcción de un país amable, soberano y en paz.


La vieja y represiva estructura del Estado, una oligarquía voraz, sus partidos políticos inmersos en pretender mantener sus privilegios de clase por encima de los derechos básicos de las mayorías, siempre hundidas en la desesperanza y la explotación, hemos ido como borregos al cadalso de la injusticia en nombre de la “libertad; la democracia y el orden constitucional”.


Estas son las talanqueras entre otras pandemias que debemos superar, que obstaculizan el nacimiento de una nueva nación democrática y participativa, cuyas bases están ahí en el Acuerdo de paz, aunque hubo temas que no fueron tratados; las llamadas “salvedades”. Como, ‘la propiedad privada, el latifundio, Doctrina Militar; entre otros embelecos que nos tienen atrapados en una sociedad mezquina, aún muy lejos de la modernidad y el humanismo, aunque el Acuerdo de Paz, recoge en su contenido y espíritu los fundamentales problemas y soluciones a la crisis social de nuestro pueblo.


El Acuerdo de Paz hoy tiene una inmensas columnas construidas, se han implementado algunos acuerdos importantes por parte del Estado, no como se determinó y acordó obviamente, por las causas arriba descritas. Lo que respecta a nuestra organización hemos cumplido en toda la integralidad de lo pactado, con la certificación de los países garantes, Naciones Unidas y el Consejo de Seguridad de la ONU.


A la sociedad en su conjunto nos corresponde la tarea de hacer posible la paz, un sueño y una ilusión en la que todos hemos anhelado. Y ahora que tenemos una enorme posibilidad de alcanzarla, emergen del oscuro abismo los fantasmas reales de la guerra. Hasta dudamos que la paz es el más gigante de todos los derechos y se dieron el lujo de convocar un plebiscito, preguntando si estábamos o no de acuerdo con la paz. ¡Qué imbéciles somos!. ¿colombianadas tal vez?. Que nos está costando el futuro de todos.








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