top of page
Foto del escritorJack Goldstein

El cubo de Rubik



Por Marlene Manevich

Nunca he sido buena para armar cosas. Además no me gusta. Uno hace bien las cosas que le gustan. Por otro lado, soy latina y tenemos fama de que leemos las instrucciones después de que los objetos que debemos armar, han explotado. Como quien dice, ya pa’que dijo la lora.


En estos días, por razones de trabajo me ha tocado recurrir a ese instinto que no tengo y ha sido un poco difícil. Me sentí un poco como tratando de armar el famoso cubo de Rubik, que hay una minoría, a la que no pertenezco, que logra armarlo. En un momento dado hasta pensé que podía perder el trabajo, pues de eso depende la seguridad de las niñas (ieladot) a quienes cuido. Debo recoger a la más chiquita (ktaná) de las hermanitas en el mishpajtón (donde cuidan los niños antes de que vayan al gan-jardín infantil). Recogerla implica ponerla en su silla para transportarla segura a su casa, así que debo poner la silla del carro de la mamá en mi carro. Es una silla especial para menores de 2 años y me imagino que debe ser costosa, pues han dicho un par de veces que van a comprar otra para dejarla en mi carro, pero nada. Debo poner una base en la silla del carro (mejonit) y agarrarla con 2 ganchos que están detrás de la silla de la bebé y sujetarlos a otros 2 ganchos que están en la silla del carro. Es como jugar a las escondidas, buscar esos ganchos para que aparezcan. No se imaginan lo que es poner la base y que quede firme. Después se pasa el cinturón, eso es más fácil. Después pongo la silla encima y debo oprimir un botón cuando lo encuentro y finalmente pongo a la niña en la silla tratando de que esté feliz para que se deje sentar fácil y la debo amarrar. La amarrada es otro cuento, pero un poco más corto.


Después de casi 2 meses, ya es más fácil y rutinario, pero ha sido todo un proceso. Los tiempos no me daban y el esfuerzo me hacía sudar la gota. Llegó a tal punto el stress, que un día le pedí a Reuven que me acompañara, mientras aprendía. A él también le quedó grande la tarea. Cuando nuestros hijos eran chiquitos, los aditamentos eran más fáciles de armar y de usar. En un momento dado nos vimos los dos entre lágrimas y risas sin poder sujetar la silla al carro. Después de mucho tratar lo logramos. Fue como un triunfo de ambos. Ustedes dirán que soy muy lenta, pero, como será de difícil, que se necesita un tutorial de media hora para poner la silla. Y no es tan fácil de entender. Si fuera fácil, los vendedores no se preocuparían por grabar un tutorial para que los compradores aprendan como poner este artefacto tan seguro para los niños. Después de unos días en que las mamás (recuerden que son dos) vieron mi esfuerzo y dedicación, me dieron la buena noticia (jadashá) de que no tenía que agarrar los ganchos de la silla del carro de los ganchos de la silla de la bebé. Fue la mejor noticia, pues ya aprendí a pasar el cinturón y es mucho más sencillo. Este es el primer transporte. Llego a la casa con la bebé y quitar la silla del carro es otra proeza, por lo que decidí que ellas la deben quitar antes de que yo me vaya, si la quieren pasar a su carro.


Yo soy una abuela y tengo mis límites respecto a la fuerza que debo hacer. Y si me cuesta el puesto que me cueste, pero primero está la salud. Cuando llega la hora de ir a recoger a la más grandecita, pongo a la chiquita en el coche, que ya aprendí a manejar, pues también se necesitaba instructivo. Un día la senté, la amarré y cuando me disponía a salir, me di cuenta que el coche tiene un aditamento que se saca y ahí se para la otra niña de 3 años, para traerlas a la casa de vuelta del gan. Me tocó desamarrarla y sacarla del coche para volver a armar toda la infraestructura. Así aprendí entre sudando y sufriendo. Los coches hoy en día parecen Rolls Royce de tanta sofisticación. En mi época eran más sencillos. Ahora tienen botones para subir, bajar, armar, desarmar y lo más complicado es encontrar la función de cada botón. Bajar por la calle, es más fácil que subir y a la chiquita le encanta el paseo. Cuando subo con las dos, son como 25 kilos, que debo empujar lo que me hace pensar que es un buen ejercicio. No es una subida muy pendiente, pero es subida. Sirve para fortalecer brazos, piernas y para mejorar el estado físico. Me lo disfruto. Me siento corriendo la marathon de Modiin y pienso que eso no es nada, comparándome con mi hijo que corrió la marathon de Chicago.


Como ven ahora soy la orgullosa madre de un hijo marathonista. Me ha tocado reaprender a armar algo más que un rompecabezas y romperme un poco la cabeza (rosh), pero ya he ido aprendiendo y creo que con las demás cosas que hago bien, he compensado estas falencias y ya no voy a perder el trabajo. Además de metapelet (cuidadora) la chiquita ya entiende español. Le hablo en inglés y en español. Dónde consiguen una profesora bilingüe por el mismo precio? La chiquita me tira besos y me hace no no no volteando la carita de un lado para otro. Así que lo de la armada de los equipos parece haber pasado a un segundo plano y no voy a perder el trabajo, aunque no sepa armar el cubo de Rubik.

19 visualizaciones0 comentarios

Comments


El Otro Holocausto
Love and rage: A tale of two funerals
Cosas que no sirven para nada
Eugenismo. Antes de la Segunda Guerra, la élite de poder estadounidense apoyó mucho el eugenismo
Paren esta guerra por favor
La práctica hace al maestro
El cubo de Rubik
Justice Inverted
¿Cree usted en Dios? Y si no, ¿cómo?
Con amigos así, pa´qué enemigos
The US media’s war on Trump’s Middle East policy
Diccionario Mágico

Artículos por categoría

comente

Comentarios

Últimas publicaciones