El odio versus diversos
Por Martín Cruz Vega
En la historia de la humanidad siempre ha estado presente la guerra, desde que aparecieron las clases sociales sus conflictos se han resuelto por medio de las armas. Muy pocas, ha triunfado la fuerza de la palabra y el consenso entre diversos.
El odio es un estado psíquico y psicológico de la persona, es decir de la mente o relacionado con ella. El odio es antipatía y aversión hacia algo o hacia alguien, cuyo mal se desea. Odiar es aborrecer, detestar, abominar, execrar, reprobar, despreciar, etc. Es un estado clínico y psiquiátrico, es un trastorno mental. Exactamente así marchan las sociedades y Colombia no se escapa a esta enfermedad mental. Muchas personas a todos los niveles respiran oxígeno y transpiran azufre y odio visceral.
Hace un par de meses participé en un encuentro maravilloso, ya van dos, entre actores armados en el pasado conflicto social y armado, antes del Acuerdo Final de Paz. Valga la aclaración, entre quienes el único lenguaje que cruzábamos era el disparo de las armas. Ahora he encontrado el contacto y el calor humano, enormes coincidencias, sobre todo en este aspecto y he sentido que esto nos está fortaleciendo para continuar. Hay acá en este grupo de excombatientes, hay personajes emblemáticos, que luego conocerá la opinión pública. El propósito entre diversos, diferentes, distintos es cómo unimos fuerzas para construir paz; independientemente de nuestras concepciones particulares, luego de habernos enfrentado en combates por muchísimos años.
Hemos abordado muchos temas conjuntamente, como el odio, como herramienta para mantener la guerra y persistir en ella, como un lastre de la humanidad en nuestro planeta, en el cual, nosotros, Colombia, no somos la excepción, sino que como nación y país participamos muy activamente.
En el último encuentro intercambiamos ideas sobre el odio y la persistencia de la guerra. He aquí algunas reflexiones:
En Colombia antes y actualmente, el odio ha sido un elemento invisible, en la guerra, que nadie acepta, aunque alguna buena parte la práctica y el odio visceral también se impulsa desde los entes del poder y otras fuerzas poderosas. En nuestro país ha sucedido por siglos. Mas allá de las proclamas de democracia, de libertad para ir a la confrontación armada, se estimula el odio, con sus ingredientes, el estigma y el desprestigio del contrincante, entre otros elementos, como tener a quien odiar. Esto se hace más evidente antes y luego del magnicidio de Jorge Eliecer Gaitán, lo que se conoce como la “violencia política”, entre conservadores y liberales, cuyo fundamento era el odio y la sevicia, y que las estadísticas nos muestran la cifra de más de 200 mil muertos… entonces, los liberales se armaron para defenderse de los conservadores. Estos a su vez, crearon bandas de asesinos, que no solo mataban liberales, sino a todos quienes pensaran distintos a los directorios de los dos partidos tradicionales.
Se asesinaba por “colores políticos” (liberales rojos y conservadores azules). Veredas y poblados fueron desaparecidos por estas hordas. Asesinaban en los caminos dejando una estela de cruces, donde el odio, además de asesinar las personas, se torturaban, se quemaban vivas, se les sacaba la lengua con un corte por el cuello en lo que se conocía como “el corte franela” y otros horrores demostrando el odio y el terror generalizado.
Todas estas prácticas se hacían en presencia de sus hijos, hijas, nietas, nietos. Leamos cómo se sembró el odio y el terror en estas jóvenes generaciones, y lo que se aprendía en los primeros añitos de vida, era el gusto por las armas para vengar a sus mayores. Un círculo macabro que se recicla en las diferentes formas de ejercer el odio.
El odio ciego por la diferencia, por el consenso, por la palabra, hasta exigirnos como es que debe pensar y actuar. Este odio no ha desaparecido. Es plenamente vigente. Observemos la situación actual de matanzas y violaciones a los Derechos Humanos que no paran, porque los odios perduran así se haya firmado un tratado de paz. Tenemos a la fecha más de 415 firmantes de paz masacrados, sin contar a los cientos de lideres y lideresas. Es acá donde nuestro encuentro de diversos tiene una enorme fuerza transformadora y, a decir verdad, un ejemplo para la sociedad, ya que una buena parte de ella respira azufre y odio por la diferencia.
Seguiremos en nuestro esfuerzo por llevar un mensaje y una metodología a las víctimas y a la sociedad, y sobre todo mostrarle al mundo que podemos aportar fuerzas poderosas por la paz y sin odios.
Un requisito esencial para construir la paz completa, es entendernos entre diversos, respetar la diferencia. Educarnos para la paz, acabar con los odios viscerales que nos separan y nos están llevando por los vientos agitados de la guerra. Con odio, jamás llegaremos a la convivencia, a la reconciliación y al país anhelado.
Martín Cruz Vega
Firmante de Paz
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