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Mi retiro de Hashavua

Actualizado: 29 dic 2020

Hace más de tres semanas debió salir este, mi último artículo en Hashavua, pero, por posición de la revista, no fue publicado. Desde entonces, varios me han preguntado por la tradicional columna y, además, las circunstancias que me motivaron a escribirlo para nada han cambiado. Lo comparto ahora -levemente contextualizado-, porque la revista misma recomendó que me abordaran para entender mis motivos, y porque mi versión merece un espacio, así no tenga la oportunidad de hacerlo en el medio donde fui difamado.

Aprovecho para participarles que, durante estos días de forzado retiro espiritual, estaré maquinando un blog donde aspiro recuperar varios de mis artículos publicados en Hashavua o en otras revistas. Estarán presentes los temas usuales y también incluiré artículos sobre otra de mis pasiones, los viajes. Periódicamente, confío estar aportando nuevos escritos. Les avisaré cuando este proyecto vea la luz. Mientras tanto, acá les dejo este adiós.

ADIOS Fueron más de 160 semanas, un ejercicio por el cual quedo agradecido con Hashavua. Deseo que, para la mayoría de ustedes, los artículos hayan sido provechosos. Confío también que, de alguna manera, hayan viajado conmigo a lugares remotos de la geografía judía y aprendido algunos capítulos de nuestra fascinante historia. Aspiro haber motivado mentes en favor de causas que suelen pasar desapercibidas, relegadas o que sencillamente son tabú. Bien sea a través de mis columnas (o en los eventos de Limmud), ha sido mi intención sembrar una semilla constructiva que permita consolidar una sociedad más amplia y racional. Pero llegó el momento de buscar otros canales para hacer más de lo mismo.

Hace tres meses, tuve a bien organizar un evento para el grupo de viajeros extremos más selecto del mundo. Como resultado, vinculé a los más reconocidos representantes de los actores de la guerra, la paz y la reconciliación en Colombia. Fue un evento privado que aproveché posteriormente para compartirles algunas ideas y sentimientos. La enorme mayoría de ustedes los acogieron con aprecio conmovedor; algunas pocas voces expresaron su enojo. Hasta ahí todo bien.

Lo que nunca hice fue invitar al liderazgo de las FARC a un posterior evento en el Liceo Francés

Lo que nunca hice fue invitar al liderazgo de las FARC a un posterior evento en el Liceo Francés al que diversas instituciones comunitarias invitaron y patrocinaron para conmemorar el Día Internacional de Recordación del Holocausto. Jamás forcé a sobrevivientes de la Shoa a sentarse junto a Timochenko, Granda o Neijmeier para rendir tributo a la memoria de las víctimas de Auschwitz. Por haber comido entero el irresponsable y malicioso artículo de Ricardo Angoso, varios me han acusado de haber hecho justamente eso: permitir que la CCJC se prestara para darle protagonismo a las FARC justo dónde y cuándo menos podían merecerlo. Ahí las cosas cambiaron de color. Ingenuamente, consideré que sería reivindicado, pues cientos de testigos darían fe de lo que nunca pasó y que todos seguiríamos de amigos una vez se hicieran las inmediatas rectificaciones de rigor.

El tiempo ha sido amplio para que mi otrora gran amigo haya tenido a bien corregirse. El no estuvo en ese evento así que la información le habrá llegado de segunda mano. Su fuente tampoco ha tenido a bien rectificarle, y la confianza de una entrañable amistad no le ha valido para abordarme y desentender su fantasía. Tanto él como su fuente se han prestado para difundir Lashón Hará sobre un tema de gran significado ético. Varias veces y con amabilidad, reté a Ricardo a que presentara las fuentes que sirvieron para atacarme o a que produjera aquella prueba reina que mostrara a Timochenko al lado de mi mamá, o de la Sra. Blass o del Sr. Gutman rezando Izkor por nuestros mártires. Solo un maestro del fotoshop podrá salir con semejante evidencia. Sorprende cómo Hashavua evitó reclamarle a Ricardo las pruebas sobre dichas acusaciones o, a falta de ellas, solicitarle lo que en ética y profesionalismo debiera hacer: rectificarse y presentar públicas disculpas, sin titubeos, y usando el mismo medio utilizado para calumniar.


¡Hay que ver cómo, a la hora de la verdad, ciertas mentes pseudo liberales se reducen a simples ejemplares del agresivo folklor criollo!

Cuando comencé a escribir para Hashavua, solicité no ser censurado. A lo largo de los años, recibí de la edición algunas sugerencias sobre forma o fondo. En ocasiones acepté sus opiniones y los artículos publicados han sido, casi en su totalidad, las versiones finales de mis escritos. La revista supo defender valerosamente las acusaciones ramplonas que alguna lectora profirió a raíz de mi reunión con las FARC. También supo defender el derecho a su libertad de prensa que dicha lectora condenó. Incluso, asumió como propio un inexistente error al publicar frases elegantemente sarcásticas que le dediqué a esa detractora en una posterior columna. Hashavua no necesitó apersonarse de la defensa de lo que felizmente es de mi autoría; respondo por lo que hago y escribo. Los documentos quedarán, incluyendo los mensajes amenazantes y groseros que el marido de la inquisidora me profirió. ¡Hay que ver cómo, a la hora de la verdad, ciertas mentes pseudo liberales se reducen a simples ejemplares del agresivo folklor criollo!

Para tristezas, el epílogo de la historia llegó cuando Hashavua concedió la razón a Ricardo, en carta dirigida a ambos y con la intención de querer recomponer amistades, como si eso primara sobre la verdad, la ética y el marchitado honor de terceros. Hashavua aseguró que el evento no fue un acto comunitario; que sí invité a dignatarios de las FARC quienes estuvieron sentados junto a sobrevivientes; que le comí cuento a exguerrilleros debido a mi pacifismo; que Ricardo nunca me acusó de lo que expresamente escribe en su perverso artículo (¡Tamaña contradicción!); que hechos en discusión están sujetos a interpretación; que ambos tenemos razón por tratarse de planteamientos personales; que él no debe disculparse; que debo actuar como grandecito; que no debemos volver a hablar del tema y que con un whisky podemos pasar la página. No hubo frase correcta en toda la carta.


Copié verbatim las calumnias que Ricardo publicó para así dejar en evidencia la pifia del autor. Pero, lo único que conseguí de Hashavua fue que me concediera el asalto en privado, sin compartirle eso a mi contraparte y pidiéndome que lo abordara directamente.

En respuesta, evidencié que el evento fue comunitario, que nunca invité a dignatarios de las FARC y que nadie de ellos asistió al recordatorio. Además, copié verbatim las calumnias que Ricardo publicó para así dejar en evidencia la pifia del autor. Pero, lo único que conseguí de Hashavua fue que me concediera el asalto en privado, sin compartirle eso a mi contraparte y pidiéndome que lo abordara directamente. Recibimos ambos una nota invitándonos a hacer las paces, sin vencedores ni vencidos, la cual Ricardo nunca tuvo a bien responder por cuenta de su preocupación con la pandemia, según fui informado. No soy yo quien deba portarse como grandecito.

Si eso no fuera suficiente, Hashavua persiste en sostener que una nota periodística de contenido favorable a nuestra causa, publicada en el portal de noticias de las FARC, equivale a haber tenido dentro del recinto, en puestos de honor y con su pasado saneado, a los cabecillas de las antiguas guerrillas. También, sigue sin entender que otras personas e instituciones comunitarias se hayan ofendido con el mentiroso panfleto de Angoso.


Penoso desenlace con alguien quien en justicia ha sido maravilloso aliado de nuestra causa y quien durante años consideré mi entrañable amigo. Para colmos, Hashavua me dio la espalda y ni quiso publicar esta nota por hacer referencia a comentarios que previamente no habían sido publicados, como si se tratara de secretos de estado

Esto no es aceptable. Ricardo ha calumniado y generado pésimos comentarios sobre estamentos de la comunidad judía colombiana. Tras meses, no ha querido disculparse y su fuente informativa tampoco ha reaccionado. Penoso desenlace con alguien quien en justicia ha sido maravilloso aliado de nuestra causa y quien durante años consideré mi entrañable amigo. Para colmos, Hashavua me dio la espalda y ni quiso publicar esta nota por hacer referencia a comentarios que previamente no habían sido publicados, como si se tratara de secretos de estado. Además, cuando algunos lectores de la revista escribieron preguntando por los motivos de mi ausencia en la tradicional columna, la instrucción fue consultar conmigo. Entiendo pues que tengo luz verde para contar la historia que les compartí.

De Ricardo y Hashavua me despido en los tradicionales términos del recordado Dr. Avella, exrector del CCH.

Cordial Shalom, Jack Goldstein



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