Definiendo el éxito. ¿Qué hago si siento envidia?
Por el Rabino Isaac Sitt
En cada sociedad se crea una escala de valores que las personas gradualmente van estableciendo y aceptando como el concepto del éxito. Como seres sociales nos vemos influenciados por el entorno que nos rodea, mismo que moldea nuestras necesidades, deseos, gustos etc. En ese sentido, muchas de nuestras motivaciones se originan gracias a los demás: sus logros, posición, etc. encienden en nosotros un motor interno de crecimiento, pues por naturaleza no nos gusta sentirnos inferiores.
En ocasiones, llegamos a sentir envidia por las personas “exitosas”. Pero, ¿cómo podríamos juzgar este sentimiento?, desde niños nos enseñan a ser los mejores, a estar en constante crecimiento, dar todo de nosotros, ser el número uno sin importar lo demás. Pero, ¿qué sucede cuando no lo logramos? Esto genera una confusión entre el crecimiento o el potencial individual y la aceptación de nuestras limitaciones, ya que por definición no todos podemos ser el número uno, pero eso no significa que debamos conformarnos.
En la historia del pueblo judío podemos observar la envidia como un detonante de múltiples problemas, rebeliones y discusiones. Un ejemplo es en la historia de Koraj, quien al darse cuenta que no le otorgan poder, cuestiona la decisión de D-os, pues siente que él debería ser el líder; es ahí cuando incita a una rebelión, para que las tribus voten por un nuevo guía, poniendo en duda la capacidad de Moshé y sobre todo la voluntad de D-os.
Lo que esta historia nos enseña es que la envidia da paso a la negación de la voluntad Divina y a un desperdicio de nuestras verdaderas capacidades. Cada ser fue creado con diferentes habilidades y un potencial único y aunque hasta cierto punto estemos influenciados por los demás, debemos utilizarlo de forma positiva para no conformarnos dentro de nuestra propia individualidad.
Imaginemos una sociedad donde todos tuvieran la misma meta, simplemente no existiría la evolución. Cuando cada uno conoce y asume su verdadero papel, invertimos en un desarrollo social. Nuestra responsabilidad es generar un auto conocimiento, tanto de nuestro potencial como nuestras limitaciones, para que de esa forma encontremos nuestro rol en la sociedad.
Si reflexionamos acera de esto, nos daremos cuenta que no tiene sentido buscar ser como los demás, pues al hacerlo, no solo nos limitamos a nivel personal, sino que también causamos un retroceso en la sociedad. Como en un cuerpo, cada órgano tiene su propia función y cada uno es igual de esencial para su funcionamiento correcto, de esta misma manera, cada ser humano debe de esforzarse por desempeñarse de la mejor manera desde el lugar donde se encuentra para que la sociedad se desarrolle correctamente.
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