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El arte como instrumento de memoria histórica

Actualizado: 11 ago 2020

Me gusta el arte y lo aprecio aún más cuando tiene simbología bien pensada, bien lograda. Por eso es quise darle un espacio al arte en Colombia.


Son varios los monumentos y museos en nuestro país para recordar las tragedias de las últimas décadas, pero poco sabemos de ellos. Las armas entregadas por las FARC a la ONU se convirtieron, de momento, en dos obras de arte. Una está en Colombia, hecha por la artista Doris Salcedo. La segunda, está en los jardines de la ONU en Nueva York, hecha por el artista Mario Opazo. Pendiente está, según los acuerdos, la realización de una tercera obra que se dejará en Cuba. Por consiguiente, consideré oportuno dedicarle un espacio al arte producto de esos acuerdos y le pedí nuevamente a mi amigo Martín Cruz que, desde su óptica, nos plasmara sus sentimientos al respecto. Así es como nace su nuevo artículo "Nuestras Armas, Simbología de Paz".





Para mejor referencia, les comparto acá una breve descripción de las dos obras que ya se exhiben. Copiando del website del Museo Nacional, Fragmentos, Espacio de Arte y Memoria: El contra-monumento 'Fragmentos', concebido por la artista Doris Salcedo y realizado con la colaboración de mujeres víctimas del conflicto armado colombiano, es operado por el Museo Nacional de Colombia del Ministerio de Cultura (…) La obra consta de tres espacios articulados en una gran superficie de metal conformada por el metal fundido de las armas entregadas por la ex guerrilla de las FARC. A través de este proyecto la artista ha concebido un lugar que busca crear diálogos a partir a partir de una nueva plataforma física y conceptual, que propone una reflexión constante sobre los efectos y rupturas del conflicto armado colombiano. Este lugar, que entrelaza los conceptos de superficie, silencio, vacío y ruina, va mucho más allá de la idea tradicional de un monumento que busca exponer una versión épica de nuestra historia reciente. Según Salcedo este lugar tiene una escala humana que gracias a la paz nos permite a los colombianos pararnos sobre una nueva realidad.


"Kuwikawsay" es un término quechua que significa "nueva vida venturosa". Con ese concepto, el maestro Mario Opazo realizó su obra, una típica canoa del Magdalena, clavada en la tierra y apuntando al cielo.




Nuestras Armas, Simbología de Paz

Por: Martin Cruz

Mi nombre es Martín Cruz Vega, ex guerrillero de las extintas FARC-EP, en proceso de reincorporación integral a la vida civil, como resultado del Acuerdo de Paz entre el Estado colombiano y nuestra organización. Participé en la Mesa de Conversaciones de Paz en La Habana. Estuve en la delimitación de las Zonas Veredales y Puntos Transitorios de Normalización en el nororiente del país. Fui integrante del Mecanismo de Monitoreo y Verificación, instancia nacional del Cese del Fuego, Hostilidades, Bilateral y Definitivo, y coordiné con otros compañeros la “Dejación de las Armas de las FARC-EP, la Extracción de Caletas y Destrucción” del explosivo en nuestro poder con las instancias nacionales e internacionales para esta esencial actividad del proceso de paz. Actualmente, soy militante de la Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común. Soy escritor formado en las extintas guerrillas clandestinas. He publicado en los últimos años: “Diario de la Guerra y la Paz, Relatos y Poemas de Trinchera”, lanzado en 2017 en el 27 Festival Internacional de Poesía de Medellín, “El Último Fusil” presentado en la Feria Internacional del libro de Bogotá-Filbo2018, “De las Trochas a la Paz”, cuyo lanzamiento fue el 30 de agosto en Bogotá-2019. Acabo de terminar “Crónicas Clandestinas” y “Orbitando en mis Versos”, aun sin publicar. Ahora mismo estoy escribiendo relatos cortos, ya pensaremos en algún título. Y finalmente, con otros compañeros coordinamos las Comunicaciones del partido-FARC. Bueno, a lo que fuimos invitados, apreciado Jack.



Las armas utilizadas en la resistencia campesina por nuestra extinta organización clandestina son hoy símbolo de paz y de voluntad política en Suramérica, en la mayor de las Antillas y en Norteamérica; irrigando la sabia de la palabra, el arte y la cultura; llevando al mundo el mensaje de una nación que no quiere vivir eternamente en el filo de la guerra. Nuestras armas se fundieron con la tierra y hoy brota la esperanza y la vida digna. Muy a pesar de las adversidades, han salvado miles de vidas, permitiendo acariciar un nuevo día que brota desde el oriente en latigazos de oro.


Haber destinado nuestras armas a su destrucción total de cara a la sociedad colombiana y ante la Comunidad Internacional, marcó un hito en la historia de los procesos de paz entre una guerrilla y un Estado. Es un gran honor para nosotros y nosotras que nuestras armas hayan sido destinadas a tres monumentos inspiradores de la vida y la felicidad de un pueblo que siempre ha soñado en la anhelada paz.


Nos comprometimos a dejar las armas, a sacarlas de una vez por todas de la política. Los monumentos que se hicieron y se harán con las armas de las extintas FARC-EP servirán para que en Colombia nos reconciliemos, miremos hacia adelante, oteemos el futuro, para que en Colombia nunca olvidemos el pasado. La colectividad fariana quisimos que nuestras armas nunca más volvieran a la guerra. Por eso, estuvimos siempre de acuerdo que fueran inhabilitadas. Este trabajo lo realizó una empresa alemana a instancias de las Naciones Unidas que consistía en hacerle al cañón de las armas y al cajón del mecanismo cinco orificios. Las armas cortas un corte transversal; las municiones, mediante un proceso artesanal pero efectivo fueron incineradas y extraídas las vainillas y la ojiva, con las cuales pensábamos nosotros hacer bisutería y simbología para la paz y el producto de estas ventas, utilizarlo para la reparación de las víctimas del conflicto social y armado. Esta fue una ilusión que no pudimos concretar. Hasta alcanzamos a contactar una empresa extranjera para tal fin. A todo este material bélico y repuestos para armamento, le llamamos “material de chatarra”. Luego de la inhabilitación de las armas, fueron fundidas y estaban dispuestas para lo estipulado en el Acuerdo Final de Paz. Después, pasaron al Ministerio de Cultura y custodiadas por la UNIPEP (Unidad Policial para la paz).


Estas cifras no son cualquier circunstancia en una negociación de paz:


9.224, armas largas de diverso tipo

44 toneladas, 254 kilos de explosivos

1´.950.000 municiones de diverso calibre

55.617 estopines iniciadores

14.115 granadas de diferente tipo

4.430 minas antipersonas

66.227 metros de cordón detonante,

En total, 2.398 kilogramos de material de chatarra, cuyo peso es 391 toneladas y 995 kilos de material bélico fueron dejadas, destruidas y fundidas por la Fuerza Pública y exguerrilleros con la verificación y certificación de las Naciones Unidas y la Procuraduría General de la Nación. Nada pudo ser más transparente en el cumplimiento del Acuerdo de Paz.


Los anteriores datos tienen los soportes de las autoridades nacionales e internacionales acordadas para todo el “Proceso de Paz y la Dejación de las Armas” de nuestra organización.




La dejación de las armas fue un procedimiento técnico, trazable y verificable mediante el cual la Organización de Naciones Unidas recibió la totalidad del armamento de nuestra guerrilla para destinarlo a la construcción de tres monumentos en Cuba, en New York y en Colombia. La Dejación de las Armas tuvo como objetivo la terminación definitiva de las acciones ofensivas entre la Fuerza Pública y las FARC-EP. Fue este un mecanismo de tipo técnico, eficiente y ágil que contribuyó a la generación de transparencia, credibilidad y confianza. La Dejación de las Armas por nuestra organización implicó un proceso organizado, que se desarrolló en dos tiempos, denominados “Control de Armamento y Dejación de las Armas”, que integraron los siguientes procedimientos técnicos: registro, identificación, monitoreo y verificación de la tenencia, recolección, almacenamiento, extracción y disposición final.


El arte y la cultura es el alma de la paz. Un pueblo que no ama el arte y la espiritualidad jamás podrá construir la paz. Creemos que nuestras armas son símbolos de paz y, sumadas a éstas, todas las armas que hay aún en la guerra la cual debe terminar. Creo que estos monumentos honran y crean memoria colectiva y participativa no solo en las victimas, sino en las presentes y futuras generaciones de una guerra que fue el horror en la sociedad colombiana.


Los monumentos serán referente para la reflexión de una guerra que jamás debió pasar en Colombia. Ojalá, todas las armas podamos convertirlas en simbología de paz, en referencia histórica y una cátedra de vida que nos enrute por un presente cierto y un futuro basado en la humanidad, la solidaridad independientemente de cómo pensemos y de nuestras convicciones del mundo que nos rodea.


El monumento construido en Bogotá con su estructura horizontal es importante, aunque a mi juicio, al igual que muchos de mis compañeros y compañeras, no representa lo que la farianidad quería ver: un monumento vertical mirando al infinito. Pero, reconocemos que está cargado de memoria histórica en homenaje a las víctimas de todos los actores armados, un NO a la guerra, un lugar de reflexión y de silencio profundo, donde el arte y la cultura están en cada baldosa inspiradora de la convivencia y la reconciliación. Igualmente, reconocemos el alto nivel artístico del monumento en New York, con nuestras armas como símbolo de paz de Colombia para el mundo. El monumento en Cuba donde construimos el Acuerdo de Paz, está atrasado por las circunstancias políticas ya conocidas.


La reconciliación y la convivencia son actos de humanidad, donde podamos vernos a los ojos, resarcir pronta y prospectivamente a las victimas del conflicto, recibir su perdón en nuestra reincorporación a la sociedad y que uno de los aportes en este momento histórico sea la destrucción de las armas convirtiéndolas en un punto de referencia pacífico y de hermandad con nuestros hermanos y hermanas.


No puedo terminar este artículo sin dejar de sentir el orgullo en esta contribución artística y cultural para el presente y la posteridad. Estoy seguro que tanto mujeres como hombres de la familia fariana comprometidos con la paz estamos felices porque nuestras armas ya no existen, son acero fundido y convertido en arte y emblema de la paz. Ya podemos sentir las gracias de la vida y la razón diciendo con un grito sonoro que trascienda los Andes que “El arte y la cultura es el alma de la paz estable y duradera.





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