Ana Frank no pudo gritar
- Jack Goldstein
- hace 12 minutos
- 1 Min. de lectura

Por Barbara Pruski
Ana Frank no pudo gritar. Pasó más de dos años escondida en el ático, en silencio, intentando sobrevivir por una sola razón: por ser judía. Dos años atrás, en los kibutzim cercanos a Gaza, otros chicos también tuvieron que callar. Se encerraron en placares, en cuartos seguros, temiendo que los encontraran, también por ser judíos.
Mientras el mundo dormía, alrededor de las cuatro de la mañana, las órdenes comenzaron a circular en voz baja. Los altos mandos de Hamás instruyeron a sus hombres: primero rezar, luego tomar las armas, reunir toda la munición. Ninguna comunicación electrónica. Solo palabras murmuradas de boca en boca. Una hora después, la tragedia ya estaba en marcha.
Aquella madrugada del 7 de octubre, se desató la peor masacre del pueblo judío desde la Shoá. En los kibutzim, en el festival de música de Reim, en cada casa invadida, hubo gritos que nadie alcanzó a escuchar.
Hoy, dos años después, nuestros hijos vuelven a correr, a reír, a gritar. Y aunque el dolor sigue vivo, seguimos en pie. Seguimos hablando. Seguimos levantando la voz.Porque nadie, en ningún lugar del mundo, volverá a silenciarnos.Porque tenemos derecho a vivir, a reír, a amar libremente, como cualquier otro ser humano.
Ana Frank no pudo gritar. Los chicos de los kibutzim tampoco. Los adolescentes del festival de Reim, que celebraban la vida, no tuvieron tiempo de hacerlo. Por eso nosotros hablamos por ellos. Por los que no están. Por los que fueron silenciados.Y por los que, a pesar de todo, seguimos vivos para gritar que no queremos otra Shoá, ni otro 7 de octubre.
AM ISRAEL JAI
Comentarios