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Foto del escritorJack Goldstein

Armenia, o la curiosa historia judía de un país sin judíos

El final de nuestro viaje por el Cáucaso Sur nos llevó a Armenia, un país sorprendente con una capital emocionante y una historia complicada que puede tener algunos paralelos con la nuestra, especialmente por cuenta del genocidio cometido por el Imperio Otomano y la República Turca hace 100 años en el que murieron cerca de millón y medio de personas.





Armenia es un país que espera con ansiedad el momento en que Israel reconozca ese Genocidio. Para el centenario de la creación de la primera república armenia, se esperaba un pronunciamiento por parte de Netanyahu, cosa que no se dio esperando a los resultados de las próximas elecciones en Turquía y así no echarle leña al fuego y prestarse a los intereses antisemitas y antisionistas del nuevo Khalifa del islam, el malacaroso Recep Taypi Erdogan. Confío sí, que una vez pase esa elección, Israel sepa hacerse del lado correcto de la historia y deje que asustarse por las relaciones con un país que hace lustros dejó de ser aliado y posiblemente se haya convertido en el principal agitador del odio hacia nuestro pueblo, de la mano con Irán.

La historia reciente de las relaciones con Armenia y los armenios es complicada en la medida en que tras el Genocidio Armenio de 1915, muchos emigraron a lugares como Beirut y Jerusalem, donde existen iglesias armenias antiguas. Los armenios son entonces más afines a la sensibilidad libanesa o palestina que a la narrativa sionista.

Hace unos meses escribí sobre la Dinastía de los Tobíadas y de cómo esa familia judía asimilada llegó a adoptar el cristianismo y convertirse en la primera casa real del primer reino cristiano de la humanidad, los Bagrati / Bagratuni. Pero la historia judía en Armenia casi que desaparece durante dos milenios, incluso mientras que en todo el vecindario nuestra historia haya sido muy dinámica: Turquía, Persia, Georgia, las actuales repúblicas musulmanas del Cáucaso Norte ruso (Chechenia, Daguestán, Kabardino Balkaria, Ingushetia y Circasia, todas han mantenido prósperas comunidades judías durante siglos y milenios.


La historia reciente de las relaciones con Armenia y los armenios es complicada en la medida en que tras el Genocidio Armenio de 1915, muchos emigraron a lugares como Beirut y Jerusalem, donde existen iglesias armenias antiguas. Los armenios son entonces más afines a la sensibilidad libanesa o palestina que a la narrativa sionista.


En todo caso, durante nuestra visita, logré contactarme con el rabino Gershon Burshtein, único rabino en todo el país. Hijo de un judío rumano, el rabino emigró a Israel cuando colapsó la Unión Soviética. Estudió en una yeshivá Lubavitch y, por consejo del rebbe, regresó a Yereván a iniciar una comunidad. Contó el rabino que logró hacerse a una pequeña casa que visitamos y en vista de que para mediados de los años 90´s no existía ninguna vida institucional judía, decidió pautar una cuña en un popular programa de televisión invitando a una fiesta de Januká. Pensando que se encontraría con una veintena de personas, grande fue su sorpresa cuando acudieron cerca de 500 personas. Así comenzó la nueva historia de esta comunidad. Versiones cuentan que durante los años del Comunismo, hasta 25.000 judíos se instalaron en Armenia, especialmente como militares con sus familias, traídos por un comandante judío del ejército rojo. Con el colapso de la URSS, la enorme mayoría emigró a Israel. En Yereván, el rav Burshtein logró establecer un colegio con 500 alumnos y otro de menor tamaño para hijos de parejas mixtas. Hoy en día, cuenta con un escaso minyán en una sinagoga con dos Torot. Casi a diario tiene actividades y reuniones de estudio. En el sótano de su pequeño edificio tiene congeladores para almacenar la carne que consiguen gracias a las visitas bimestrales de shojatim provistos por la Federación Judía de ex Unión Soviética.  También cuentas con rabinos itinerantes para realizar milot, y como hacemos en Bogotá, el rav hace hashgajá de vodka y otras 25 líneas industriales de comidas. Próximamente confía comenzar a certificar el tradicional brandy armenio.

Curiosamente, cuenta el rav que cerca del lago Seván, al noroccidente del país, y en un paraje remoto, existe un antiguo cementerio judío donde cerca de ahí hay un pequeño pueblo con una comunidad de gerim con una historia similar a la de Subotniks rusos de la que también escribí hace unos años.

En fin, en los rincones recónditos del mundo, donde enemigos del espíritu judío nos persiguieron por generaciones, hoy humildemente también florecer una comunidad judía. Para quienes somos apáticos a creer en milagros, las pruebas de ellos están por todo lado!






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