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Con el sudor de la frente

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Por Marlene Manevich

Siempre escuché que en Israel se trabaja duro. Yo trabajo, pero duro, no sé. Algunos días madrugo para estar a las 9 en el trabajo. No es grave levantarse a las 7 algunos días. En la mañana (boker) un par de días atiendo a una señora argentina que tiene 89 añitos. Se conserva muy bien y aunque a veces me hace comentarios cercanos a la muerte tiene mucha vida. La llevo a caminar al parque y como no aguanta mucho rato caminando, nos sentamos a descansar en un banco de esos donde se sientan los jubilados, en medio de árboles y flores (prajim). Después hacemos un poco de gimnasia y algunos ejercicios para mantener activada la memoria. Los hago para ella, peroa mí todo me sirve: la caminada, la descansada, la gimnasia física y la mental. Charlamos, compartimos fotos, videos y música. No quiere bailar, pero si disfruta escuchando música.


Es un trabajo y debo hacerlo bien, pero no es del otro mundo. A veces sudo la gota, pero es más por el calor y el ejercicio, que por el trabajo duro. Son pocas horas en las que hago esta rutina. Es básicamente acompañar a una abuela y me reconocen esa labor con pago en dinero. En la tarde, 3 veces por semana (shavúa) cuido 2 niñas, una de 4 y la otra de 2. La grande (gdolá) ahora me quiere mucho y le gustan las actividades que le hago. La pequeña (ctaná) quiere participar de todo para no quedarse atrás. Uno de las actividades es llevarlas al parque. Ellas queman más calorías que yo, aunque a veces me canso cuando tengo que empujarlas cien veces en el columpio (nadnedá). La menor ya aprendió a subir y bajar sola del rodadero, que aquí son muy seguros, entonces mi labor se ha disminuido.


Las cuido y estoy pendiente de ver que no les pase nada, aunque las caídas y accidentes pasan en el momento menos pensado y con todas las miradas encima. La chiquita me busca con su mirada pícara a ver si estoy pendiente de ella. Otras tardes las baño en la piscina (brejá) del balcón que es de tamaño suficiente para que yo quepa también. He ensayado de todas las formas: cuidarías desde adentro y desde afuera, igual termino toda mojada, pero disfrutan mucho y yo me refresco en estos calores veraniegos. En estos días (iamim) inauguraron una especie de piscina en el barrio (shjuná) donde vivimos, que es el mismo donde trabajo. Yo caminaba por ahí y eran como unos escalones, pero nunca me imaginé que iban a llenar el espacio con agua y quedaría como una pequeña piscina para humedecer un poco estos calores del verano. A las mamás les pareció buena idea llevarías, pero sólo llevé a la chiquita porque la grande tenía otra actividad.


Yo tenía todas las expectativas sobre una divertida tarde acuática que resultó ser un fiasco total. Me quité mis tenis para acompañarla y de paso también refrescarme, pero no logré ambientaría. Aunque el agua (maim) no pasaba de los tobillos, ella se acercaba a las escaleras para salirse y me decía mamo, mamo, esto traduce vamos, aunque ella es de habla inglesa, pero entiende mi español. Me pasó la toalla que estaba al lado en el coche como diciéndome sécame y vámonos. No hubo forma. Todos los niños grandes y chicos jugaban en el agua, menos ella. Esa es la parte dura del trabajo, resolver situaciones, porque bañarse en una piscinita no requiere de mayor esfuerzo.Ayer tuve otra situación, pues llegamos a la casa y no encontraba la llave (mafteaj) del apartamento. Le dije, porque yo le hablo como si tuviera más de 2 años, que íbamos un momento a mi casa a buscarla. Lloró desde que bajamos en el ascensor y no lograba acomodaría en la silla del carro para amarrarla. Pataleaba con mucha fuerza, acompañando la acción de un llanto que me hizo sentir como la bruja de Blancanieves o no sé si la de Hansel y Gretel era más mala.


En esas llegó la mamá y se sorprendió al ver la escena, pues siempre ha visto que somos amigables y que tengo una infinita paciencia. Le conté lo sucedido y me dio la llave para abrir. Seguí buscando la llave persistentemente, pues recordaba haberla guardado, además de que soy muy cuidadosa con mis responsabilidades. Había un pequeño bolsillo en mi cartera y ahí estaba, junto con las llaves de mi apartamento. Parece que las guardé a prueba de mí misma. Después las llevé al parque y les compré limonada a unos niños que ofrecen por 2 shekels la refrescante bebida y hay que apoyar esos emprendimientos infantiles. Yo ya no me acordaba lo que era una pataleta, pues mis hijos ya van por los cuarenta y pico y hace rato no me tocaban. En mi otro trabajo soy como una hija que cuida con cariño a una abuela y este es un trabajo de ser abuela y darles el máximo cariño a esas niñas que están comenzando a vivir la vida. También me pagan, pues es un trabajo, pero no puedo decir que es un trabajo como cualquier otro. Es una delicia compartir tantas vivencias y que me reconozcan en dinero esos agradables momentos.

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Radanita (en hebreo, Radhani, רדהני) es el nombre dado a los viajeros y mercaderes judíos que dominaron el comercio entre cristianos y musulmanes entre los siglos VII al XI. La red comercial cubría la mayor parte de Europa, África del Norte, Cercano Oriente, Asia Central, parte de la India y de China. Trascendiendo en el tiempo y el espacio, los radanitas sirvieron de puente cultural entre mundos en conflicto donde pudieron moverse con facilidad, pero fueron criticados por muchos.

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