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Fin de año con dolor y sangre



Por Martín Cruz Vega

375 personas han sido asesinadas en 90 masacres perpetradas en el año 2020, 307 líderes, lideresas y defensores de los Derechos Humanos en el mismo año, 8 periodistas han sido asesinados desde el proceso de paz y 252 signatarios de paz exterminados desde la firma del Acuerdo de paz, sin contar sus familiares y algunos desaparecidos. Son espantosas estas cifras que marcan hoy el horror de la violencia en Colombia. Y lo más grave es el silencio cómplice del Gobierno, su insensibilidad y su incapacidad pendenciera de garantizar la ‘vida, honra y bienes de los ciudadanos’, como lo ordena la constitución política de Colombia.


Hoy le digo a quienes tienen la solución nuestra de morir o de vivir en sus manos, por favor tengan piedad por quienes amamos la vida y construimos la paz

¿Cómo podemos en Colombia soportar este baño de sangre en medio de un proceso de paz? Somos una nación anestesiada y atribulada por las circunstancias, donde impera el ¡sálvese quien pueda!, donde el individualismo y la mezquindad nos tiene a la deriba, insolidarios con un país que va rumbo ya no a la otra guerra, sino a múltiples manifestaciones del asesinato un monstruo de mil cabezas que el Estado no podrá controlar, porque hay unos poderes más allá de la institucionalidad.


En este país de la ‘Divina providencia, donde todo pasa y no pasa nada’, ser defensor de la vida es ser comunista y más aún, guerrillero. Ser líder o lideresa social es ser un cospirador contra la ‘democracia y la libertad. Ya saben a que ‘democracia y libertad’ me refiero. Sí dices la verdad incomoda a las alturas del Olimpo y también serás un conspirador, o se aliena, se va al exilio o se muere. Son las verdades de la cotidianidad, es lo que nos muestra la vida diaria en un país desgobernado para las mayorías y severamente condescendiente con sus pares dueños del poder, les aumentan injustamente el salario a los congresistas y le sube; solo mil pesos al miserabe sueldo del pueblo trabajador.


Y si es firmante de la paz, haber dejado las armas, construir la paz y avanzar en la reincorporación integral en medio de las adversidades, es estigmatizado; odiado, excluido y exterminado, frente a un establecimiento que no quiere implementar las Garantías de Seguridad Integrales firmadas por el mismo Estado en el Acuerdo de Paz de La Habana. La cifra de asesinatos sube macabramente todas las semanas. La verdad no existe sociego para ningún firmante de la paz.


El Acuerdo de paz, acabó con una guerra de más de 53 años. Este solo y único hecho es un acto de humildad por la vida y por la paz. Puedo asegurar que para los señores y las señoras de la guerra, porque también las hay, y que jamás, se imaginan como es una guerra más allá de su televisor y sus lenguaraces balbuceos bélicos. Pareciera que que necesitan pretextos para gobernar, los asfixia la reconciliación, la convivencia y la paz.


Nadie deja las armas para morir asesinado. Nadie deja las armas para seguir huyéndole a la muerte, para dejar tirados sus hijos a la orfandad, para dejar sus padres y sus familias. No. Dejamos las armas para vivir en paz, en una nación que no conoce el humanismo, la solidaridad y el buen vivir.


El Estado debe parar ya esta horrible noche de afilados puñales, a nosotros nos prometieron unas garantías de vida plenas. ¿Dónde están?. 252 almas cuyas vidas fueron cegadas, centenares de personas masacradas cuyo único delito es defender la vida. ¿Esto le parece justo, señor, presidente Duque?. ¿Dónde están sus promesas de campaña?. Todo quedó en la mentira, la farsa, la traición y la perfidia.


Hoy le digo a quienes tienen la solución nuestra de morir o de vivir en sus manos, por favor tengan piedad por quienes amamos la vida y construimos la paz. Nadie nos amilana, nadie nos hará huir a la selva, nadie nos llevará a empuñar nuevamente las armas, seguiremos en este abrupto camino de la insensatez por lo que nos comprometimos con la sociedad y la vida. Sabemos estóicamente que seguiremos cayendo en el abismo del homicidio, pero mientras nos llega la oscura hora, levantaremos la bandera blanca de la paz. No es pesimismo, sino lo que hasta hora nos ha ofrecido pretender hacer trizas lo pactado y la esperanza de Colombia: La paz estable y duradera.


Reafirmo nuestro compromiso con la paz, su construcción será mas compleja, creería yo que fue más fácil llevarnos a la guerra. Bastó un decreto con la venia imperial para arremeter contra la lucha social y se tiñó de rojo los campos y ciudades. Seguiremos inclaudicables con lo firmado en la isla del Apóstol de América. Exigimos implementación eficaz integral del Acuerdo Final de paz. Seguiremos aceptando responsabilidades y aportando verdad plena, tal como está estipulado en el Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición, (SIVJRNR).








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