Lejaim, a la vida!
Por Marlene Manevich
“CRÓMICAS” DE SHABAT
Apéndice: Antes de comenzar la “crómica” de hoy, voy a completar un poco mi diccionario latinoamericano con algunos vocablos pronunciados por mi amiga franco-peruana que conocí en el Ulpan. La primera vez que me dijo que iba a armar unos cartones, yo me imaginé una casa de muñecos de cartón y eran las cajas que necesitaba armar para su trasteo.
Como tengo familia en el país de los incas que construyeron esa imponente ciudadela que es Machu Pichu, no necesité traducción cuando se subió al carro y me dijo que subiera la luna. De lo contrario me habría visto en aprietos, pues no sabría qué escalera usar para subir la luna hasta el cielo.
Los peruanos y los mexicanos usan polo, para lo mismo que los argentinos usan remera y los colombianos camiseta.
La base del idioma es muy parecida, pero hay palabras que cambian un poco y a veces tienen doble sentido.
Ahora si, vámonos con unos vinitos para brindar por esa paz (shalom) que tanto necesita el mundo (olam).
Llegamos un poco temprano, antes de la hora acordada para un shabat que nos invitaron. Por eso decidimos ir antes a tomar (lishtot) un aperitivo.
Entramos al restaurante (misadá), como Pedro por su casa. Yo vi dos bonitas mujeres en la recepción y me pareció que había que inscribirse para que nos acomodaran en una mesa (shulján). Le dije a Reuven, pero como él sienpre va a la vanguardia y de prisa, hizo caso omiso a mi comentario. Atravesamos todo el restaurante lleno de mesas y con pocos comensales aún, por la hora que apenas anunciaba el inicio de shabat.
Nos sentamos en la barra del bar y pedimos dos copas de vino (iain) para brindar por ese nuevo shabat y porque todavía tenemos la bendición de no haber sido atacados por Irán, como lo tienen anunciado en su amenazante venganza.
Llegó un joven a decirnos que necesitábamos anunciarnos a la entrada (knisá), tal como yo me lo imaginé.
Me sentí perseguida y pensé que nos iban a sacar del lugar (macom). Eso era lo más grave que podía pasar, pues no habíamos cometido ningún delito y no había por qué preocuparse. Bastaba con dar nuestro nombres a la entrada y que nos dijeran que podíamos degustar el vino. Teníamos sólo media hora, así que no valía la pena tanto enredo por tan poco tiempo y hasta pensamos en irnos, pero ya el barman había destapado una botella (bakbuk) y era de mal gusto dejar el vino servido.
El joven que tenía la misión de hacernos inscribir a la entrada, nos vio tan acomodados que nos permitió estar ahí hasta que llegaran a sentarse los que tenían reserva anticipada. Así lo hicimos, después de sufrir delirio de persecución, pensando que nos iban a sacar del lugar.
Los muchachos del bar, encantados con estos clientes que hablaban un hebreo a media lengua, mezclado con ese español que ellos tratan de aprender en las telenovelas. Brindamos y pasó la media hora que necesitábamos para llegar a cumplir nuestra cita. Pagamos y nos despedimos cordialmente- de los muchachos del bar, del joven que nos persiguió y de las dos chicas recepcionistas que permanecían a la entrada dándole vía libra a los comensales que se registran juiciosamente para entrar al restaurante - deseándoles un Shabat Shalom!!!!
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